Nos recordaba Paco el otro día la glosa de María B. en El cuadernillo verde sobre una magnífica columna de la compañera Mariluz Ferreiro. Citaba allí María un texto delicioso de Ramón Gómez de la Serna, extraído de sus Cartas a mí mismo. El libro es una de esas maravillosas rarezas con que nos obsequiaba el gran Ramón. Me hice con ese texto en una de esas ferias del libro antiguo y de ocasión en las que se mezcla en el mismo mostrador a todo un Gómez de la Serna con los tochos descatalogados de J. J. Benítez. El volumen, de la legendaria colección Austral (para la que Ramón escribió tantas solapas, fundando un género, el solapismo, hoy denostado), reúne las Cartas a mí mismo y las Cartas a las golondrinas (otro de sus geniales disparates).
Al rematar ese contacto epistolar consigo mismo, Ramón, en su última carta a sí mismo, llega a la conclusión de que no se puede escribir para uno, porque no hay distancia entre autor y lector: «No podemos escribir a quien sabemos lo que piensa. Necesitamos no saber lo que piensa aquel a quien deseamos escribir. Tiene que haber perspectiva y diferencia entre aquel a quien escribimos y nosotros. Tú y yo estamos muy pegados el uno al otro, y oímos lo que vamos a decirnos antes de escribirlo».
Aquí os dejo un fabuloso vídeo de Ramón del que ya había hablado en los antiguos Farrapos.
Ramón siempre será Ramón.
Maravilloso documento, impresionante el gallinero y sus matices, espectacular Ramón en movimiento…
Muchas gracias por haberlo descubierto y por recuperarlo hoy.