En Austerlitz, la novela de W. G. Sebald, el protagonista del relato, Jacques Austerlitz, nos cuenta el desamparo que le causa su paso por la flamante Biblioteca Nacional de Francia, paradigma de esa arquitectura como de fuegos artificiales, todo cohetería que se esfuma cuando uno cruza el umbral del coloso y descubre que, pese a la sobredosis de estética y de alardes técnicos, el edificio es tan bello como inútil, porque ni siquiera de lejos cumple con su función. Sebald detalla, con su destreza habitual, las zancadillas burocráticas y de diseño que hay que sortear en la biblioteca parisina hasta que, finalmente, se logra tocar un libro y abrir sus páginas, ese simple y hermoso gesto para el que supuestamente se erigen estos ultramodernos santuarios de papel. Como aquí no tenemos Sena, nuestra Biblioteca Nacional de Galicia se alzará a orillas de la autopista del Atlántico, que no es lo mismo, pero también tiene su encanto. En el monte Gaiás crece una osamenta de 45 millones de euros que, como está hueca, hay que llenar de libros, aunque solo sea para fardar. La Consellería de Cultura soltará 4,2 millones para comprar los volúmenes que lucirán en las estanterías de diseño de Eisenman. Pero que nadie pretenda saber qué textos se exhibirán en los anaqueles del Gaiás. La Xunta no suelta prenda sobre los títulos, por más que el Parlamento y los periodistas, siempre tan impertinentes, se empeñen en preguntar. Sería curioso saber, por ejemplo, si entre esa literatura que la consellería baraja en secreto figura Austerlitz, una narración que desbarata el concepto mismo del mastodonte del Gaiás.
(Columna publicada hoy en La Voz de Galicia)
La sociedad que vivimos ensalza el continente y desprecia el contenido. Da mas importancia al frasco que a la esencia. Los politicos saben manejar muy bien esto y cuando leemos sus discursos nos es imposible encontrar el mensaje oculto en su fatua retórica. Yo creo que el Gaías no es mas que eso: Un petulante discurso sin mensaje ni contenido alguno.