La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Hay escritores, como J. D. Salinger o Thomas Pynchon, que han cimentado buena parte de su leyenda en ocultarse de los focos. No conceden entrevistas. No presentan sus libros y, en el caso de Pynchon, hasta se permiten la travesura de presumir de que una de sus últimas apariciones en público fue doblando a su personaje en un capítulo de Los Simpson, en el que el escurridizo literato salía encapuchado con la clásica bolsa de papel de supermercado. Su voz, cuentan, era la real.

La misma estrategia escapista ha seguido hasta hace un par de días Bansky, el grafitero con más caché del planeta, que lleva varios lustros jugando al escondite con sus devotos. Bansky agarra sus andamios, sus pinturas de guerra, sus sprays y levanta un mural de museo en cualquier pared de Londres, pero cuando llegan los fans, los marchantes y los fetichistas, Bansky se ha pegado el piro y los mirones se quedan a solas con su arte, que es lo que a ellos menos les interesa. Sostiene el Mail on Sunday que Bansky se llama Robin Gunningham (Bristol, 1973) y que es el de la foto de aquí arriba, tomada en Jamaica hace cuatro años.

¿Será Bansky este tipo de 35 tacos con pinta de dependiente de ultramarinos? ¿Será Salinger disfrazado de grafitero? ¿O será Thomas Pynchon haciéndose pasar por Bansky para que nadie descubra su verdadera identidad?