En las películas de la infancia, o sea, las bélicas y las del Oeste, siempre ganaban los buenos. Llegó un punto en que uno incluso se lo creyó. Pensaba que la vida era justa, que era buena, noble y sagrada, como reza el poema de Lorca. Luego, la historia se encargó de desmentir esa ingenua tesis. Los malos tenían muchos recursos, muchos ases escondidos en la manga. Pero a veces, por un cúmulo de coincidencias y de trabajo honesto, los buenos, contra todo pronóstico, acaban por ganar. Es lo que ha sucedido esta noche, que los buenos, esa España que juega al fútbol en color, ha ganado a esa Alemania que, como indica su uniforme, juega en blanco y negro. Y es que a veces, como en los hermosos Western de la niñez, ganan los buenos.