Allariz. La gastronomía es ensayo-error. Aquí y en Vladivostock. Con el imparable cambio de cocineros y en menos medida de los camareros (mal endémico de la hostelería, muy acuciado en Galicia), regresar a un sitio no es garantía de continuidad ni en la carta ni en los sabores. Y si pasan muchos años, como es el caso del restaurante de la Fábrica de Curtidos Nogueiras, en Allariz, todavía la cosa se acentúa.
Salgo con mucho mejor sabor de boca ahora que antes. El sitio, desde luego, sigue siendo espectacular. Difícil de trabajar el restaurante, con bajo, piso, terraza delante y pequeña terraza atrás. Encima los suelos son de piedra -abajo; machaca los pies de los camareros- y de madera original arriba, siempre ruidosa.
La carta, media en extensión (¡buena idea!) y completa, con precios muy ajustados. Excelente cocina y presentación de los platos, no descuidando el calentarlos cuando el condumio lo requiere. Sí es cierto que hay que esperar, pero nada que vaya a escandalizar a cliente alguno.
La otra cara de la moneda es el pequeño alboroto que montan los camareros. Tienen que acostumbrarse a pasar como sombras, a no hablar entre ellos de esquina a esquina, a pedirse las cosas en voz baja. Eso no es una churrasquería de menú a 8 euros, es un museo etnográfico singular de alto nivel y todo debe estar en consonancia. Y no, no es nada difícil mejorar.