Brujas está como hace 29 años, pero mejor. El casco histórico se encuentra como antes. O sea, impecable. Pero su oferta turística y su imagen se ha ampliado y se ha modernizado. Lo primero se nota nada más echar pie a tierra en el gran parque habilitado como punto de parada –momentánea- de las docenas de autobuses que vomitan turistas y más turistas. “Ocho millones al año”, dice Lucas, el guía. Los números no cuadran, porque añade que el 8% de la población activa de la ciudad trabaja en el subsector turístico, y eso es muy poco. De manera que lo más probable es que haya menos visitantes de lo triunfalmente anunciado.
Pero aún así, y siendo como es mayo, calles y comercios están llenos de gente, con abundancia de españoles e, inexplicablemente, latinoamericanos. Y chinos y japoneses, claro está.
En ese crecimiento sostenido está jugando un papel de primera fila el cambio de imagen. No sólo por internet, por supuesto, sino porque han sido abandonar el antiguo modelo de “maravillas mil tenemos aquí” al que sigue aferrado Galicia y buscar la complicidad y cercanía, preguntando si la siguiente vez te quedarás a dormir, por ejemplo.
Tengo curiosidad por saber cómo le irá a Brujas dentro de otros 29 años. El único detalle, y no baladí, es que entonces ya no andaré por el planeta…