La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Lindisfarne. Todo un ejemplo. La isla de Lindisfarne, cuya carretea de acceso queda bajo las olas cuando sube la marea, constituye un gran ejemplo de cómo explotar turísticamente un hecho histórico. Porque el 8 de junio del 793 su abadía fue arrasada por los vikingos: era la primera vez en la historia que los nórdicos se lanzaban a conquistar y saquear otras tierras. Comenzaba así la llamada Era Vikinga.

Y el 9 de junio de 1.223 años más tarde de ese ataque me planto yo en la isla, convencido de que voy a estar solo y tomando las precauciones anímicas pertinentes para cruzar los 5 kilómetros de causeway, esa carretera que hoy ha quedado expedita –gracias a la Luna- poco después de las 10 de la mañana.

Temores infundados. El agua se halla a por lo menos un kilómetro de distancia, el firme es sorprendentemente bueno y el sol anima. Ningún problema

Y como adivino no tengo precio, en el enorme y caro aparcamiento al aire libre debemos que irnos a una esquina para poder dejar el coche: aquello está abarrotado, sobre todo de jubilados. La fila de personas-hormiga rumbo al castillo, la gran atracción, me dejó tan asombrado que no fui capaz de reaccionar y hacerle una foto.

Yo, a lo mío. Giro por un par de callejuelas muy concurridas y me adentro, al fin, entre los muros de la abadía. Sé que no son los retos de aquel ataque sin duda despiadado, aquí huele a gótico, pero el lugar, el suelo, es el mismo. Y me siento parte de la historia.

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