Santiago de Compostela. Acepto la invitación de Elena Goyanes, le doy plantón a mi amigo y fotógrafo Manuel Marras y a la una y media de la tarde estoy, puntual como siempre, en el hotel San Francisco de Santiago, de donde justo ahora mismo acabo de salir. Resulta que se celebraba la XXI cata de los vinos de Galicia, la XI cata de los aguardientes y el VII concurso de diseño y presentación de vinos y aguardientes. En un acto en el que no falló absolutamente nada -o sea, que cuando los profesionales se encargan de lo que se tienen que encargar todo sale bien- la atmósfera fue eso: de encuentro de docenas de amigos, de pocos discursos (el del presidente, Núñez Feijoo, fue realmente bueno) y de muchos premios, exactamente 46.
Los actos, claro está, hay que vivirlos, y no contarlos. Porque describir el monasterio y sus claustros, donde hubo primero los pinchos y luego la comida, es difícil. ¿Cómo entender que aquí está la huella del mismísimo San Francisco de Asís, que vino a Santiago? ¿Cómo describir que los platos y las bebidas tenían denominación de origen o similar y que demuestran las enormes posibilidades que tiene la gastronomía gallega sin necesidad de copiar a nadie? De ello hablo con Luciano, factotum del turismo rural gallego; con Telmo y Bea (esplendorosa ella, por cierto); con la propia Elena Goyanes, que está radiante al finalizar porque le llueven las felicitaciones, la primera de Mariano Goicoa, el responsable de comunicación de la Consellería de Medio Rural, con quien comparto mesa; con Paco Bello, hijo del inolvidable y hoy retirado Pancho Bello, un gran y humilde líder sindical agrario gallego de los años 70 del siglo pasado; con María José Mariño, siempre atenta hasta el último detalle; con mi primo Manolito y su hijo menor, que también andan por allí ya que desde su pazo de Galegos, en Vedra, están sacando al mercado un vino de calidad y al que le guste, bien, y al que no, a otro, porque no entran en autodestructivas guerras de precio… Alejandra, la directora xeral, y Carmen Pardo, la secretaria xeral, se pierden por allí y no me saludan, qué le vamos a hacer, así que me dedico al entrecot al mencía y otras lindezas…
En fin, mucho calor en Santiago. Y este es mi último post en una temporada desde Galicia. Al llegar a casa hago las maletas para irme a Dinamarca y Noruega por tercera vez en el año. Y es que el Camino de Santiago tira por ahí adelante que es una barbaridad. Lástima que la Xunta no se entere demasiado de ello.