Caerleon. Se me echa la noche encima y, como ya sabía que las cosas iban a ser así, había reservado una habitación en Pendragon House, en el pequeño, mal señalizado y sobre todo romano pueblo de Caerleon, el enclave donde se originó la leyenda del rey Arturo. En el 2011 había dormido en el mismo sitio, y Kathryn –que se llevó una gran alegría al verme, todo cordialidad; Peter estaba ausente- me puso esta vez en la misma habitación. Caerleon es, como quien dice, el primer pueblo de Gales cuando se accede desde el sur, por la M4, y Pendragon House, un bed and breakfast de lo mejor que me he encontrado en los ya múltiples viajes por Gran Bretaña adelante, desde luego con mucha más personalidad que el 95% de los hoteles.
En el desayuno estuvimos solos, y Kathryn me informó de algo sobrecogedor que ignoraba. Y lo documentó con bibliografía: durante la guerra civil española fueron acogidos en aquella casa (de 1937 1946), entonces llamada Cumbria House, 56 niños vascos (¿cómo se acomodarían allí?) cuyos padres habían enviado a Gales para que estuvieran seguros. Su historia es conmovedora, y la persona que los acogió -¡una sola!- es digna del Nobel de la Paz. Se llamaba María Fernández. Conste.