Red Natura del río Tambre. Publico hoy un artículo de opinión sobre el Camino de Santiago, que sólo sale en las páginas de nuestra edición de Santiago y que complementa un excelente trabajo de Xurxo Melchor, quien a su vez tira de la denuncia de los Amigos del Camino centrada en la existencia -¡a estas alturas!- de puntos negros en los cuales los coches atropellan de vez en cuando a los peregrinos.
Este tipo de cosas resultan difíciles de plasmar en dos millares escasos de caracteres, y aseguro que el artículo -bueno o malo, guste o no- me ha llevado 24 horas, algo insólito en mí que, entre mis escasas virtudes, tengo la de poder escribir rápido y con cierta lucidez (insisto: bueno o malo, guste o no). Porque por una parte el Camino Francés, en Galicia, es seguro, y no podemos caer en alarmismos baratos: en todas partes se atropellan peatones, seamos claros, y en este país de bárbaros al volante -no, esto no es Dinamarca-, más. Pero aún así el número de atropellos es muy bajo, y ya no digamos el de hechos delictivos.
¡Pero es que debería ser cero! Y lo que tiene que hacer ya la Xunta, y empleo adrede el imperativo, es eliminar los tres puntos negros que existen en el municipio de O Pino, sendos cruces de la carretera. Cierto: esa vía no es suya y carece de competencias. Es de Fomento. Pero si el presidente de una comunidad autónoma no tiene los arrestos, la capacidad o el sentido de oportunidad de plantarse ante la ministra de Fomento (por cierto, gallega) y pedirle que en el mínimo plazo legal construya tres túneles -40 metros- por debajo del asfalto, entonces tenemos un problema.
Yo confío en el presidente Feijoo. Y confío también en que el paso peatonal humano que hoy a las 11 se formará en O Pino sea la última reivindicación en ese sentido en todo el Camino de Santiago. Por lo menos en el gallego. Nos jugamos mucho. Y los peregrinos, más.