Rosende (Sober). Hacía muchos años que no iba por la Casa Grande de Rosende. Y Luisa está como siempre. Y Manolo Vieitez, lo mismo. Parece -sí, lo sé, es figura gastada- que no ha pasado el tiempo. Las imágenes del pasado permanecen claramente en la memoria, incluso ese par de kilómetros desde Canabal (carretera de Monforte a Ourense) donde se coge el desvío para ir a Sober y Rosende, unos kilómetros de sufrimiento estético, ejemplo puro de feísmo, de lo que no hay que hacer para atraer al turismo. Pero parece que eso es difícil de combatir, como me está quedando claro al rodar en el Land Rover de aldea a aldea, a cuál más mortificada por el cemento, el ladrillo y el mal gusto. Algunas de las muchas bodegas se merecen con justicia el calificativo de horripilantes, nichos donde no procede parar por mucho que su gente sea -no lo dudo- encantadora.
Pero decía que he recalado en la Casa Grande de Rosende, perteneciente a la marca de calidad Pazos de Galicia (la única que tenemos en el mundo rural). Hace un lustro fue asolada por un pavoroso incendio. Pero me da la impresión de que está todavía mejor que antes. La misma estética, la misma atmósfera pacega. Estilo, elegancia e historia a raudales. Nada ha sido desvirtuado aquí. Lo cierto es que Manolo juega con ventaja: es arquitecto, de manera que ha huido con conocimiento de la chapuza. Poco a poco ha convertido la Casa Grande en una referencia en Galicia y fuera de ella. Tiene la ventaja de que por allá abajo corre el río Cabe, dando forma a la tercera Ribeira Sacra (las otras dos son la del Sil y la del Miño), la más desconocida. ¿Y la más bella, quizás?