Moaña. He salido con mi amigo Telmo para recorrer por enésima vez O Salnés, ese gran tesoro de Galicia que produce -junto con O Rosal- el mejor vino del mundo, el popularmente conocido como albariño. Nos habíamos documentado y hemos ido a tiro fijo, con nuestras caras de buenas personas, inocentes del todo, sin mostrar carné de prensa. Es decir, como iría cualquier ciudadano. No nos identificamos ni falta que hace.
Pasamos por una bodega de la que nos habían hablado, D’Altamira, cerrada a cal y canto aunque con obras en el interior. Lleva tiempo así, y al tirar de la lengua aquí y allá nos enteramos de que hay un problema estrictamente personal entre la pareja propietaria y que, además, el dueño o co-dueño tiene más problemas que ese. Viaje fallido.
Y así aterrizamos en Paco y Lola, una de las cooperativas de la comarca (si no me equivoco, suman tres, pero agradezco cualquier rectificación) en la cual ya había estado en dos ocasiones, trabajando la primera (había el riesgo de que ahora me reconocieran, pero no) y comprando la segunda. La he defendido siempre porque, además de un buen vino (tenían otro muy inferior llamado Rosalía de Castro, que por suerte ya no elaboran), eran osados con el diseño, se salían de lo habitual, y siempre se necesita innovar. En esta ocasión estuvimos dentro un cuarto de hora escasos, y el trato fue tan frío -en absoluto maleducado, sólo faltaría- que Telmo se negó a llevar nada. Ni un guiño amable, ni una invitación a catar, ni una pregunta curiosa, ni una respuesta más allá de los monosílabos necesarios, ni una invitación a ver la bodega o hacerlo en otra ocasión. Realmente, la persona que nos recibió puede ser una excelente trabajadora, pero se merece un cero para las relaciones públicas. O sea, para vender la imagen de su empresa, imagen que en el caso del vino es, permítaseme el pijerío, superimportante.
Salimos por patas, molestos. Y más molestos cuando, con Telmo al volante rumiando su enfado y yo recomendándole calma, saco la factura y la compruebo con los datos que traigo de Hipercor, en El Corte Inglés de Santiago cuesta 8,29 (y no se trata de oferta alguna, sino precio diario), y yo he pagado 9,00. Y la propia de Paco y Lola sale en Hipercor por 10,90 (en este caso, sí de oferta; el precio habitual es 12,62) y a mí acaba de salirme por 11,00.
En este caso, sí, a la tercera fue la vencida. Periodista sí, pero tonto del todo no.
Y Telmo enfila el coche hacia la cercana bodega Valdamor. Pero eso lo dejo para otro día.