Guitiriz. Acudo al hotel-balneario de Guitiriz invitado por su director. La activa y buena profesional Ana B. Gómez anda por el medio y no es cuestión de decir que no, así que nos juntamos una docena de amigos y algún desconocido que al poco deja de serlo. Ahí están, por ejemplo, Iván Piñeiro, el infatigable Guillermo Campos y su hija (y como me aferro al viejo lenguaje no asexuado y al artículo 20 de la Constitución que me lo permite, añado que Teresa estaba sensualmente elegante), y José Manuel Merelles, conocido por toda la tribu de este país que escribimos sobre turismo.
El intríngulis radica en que el balneario cumple un siglo, cien años, y su jefe de cocina, el muy joven Martín Lema, diseñó con tal motivo un menú degustación a un precio realmente bajo para lo que se come: 32 euros, IVA incluido.
Comenzamos por dúo de pulpo y vieira con tosta de empanada que no pude tomar entero por mi conocida alergia a la cebolla. Excelente lomo de merluza con rosa de pimiento rojo sobre lago de patata, nombre rimbombante pero que responde tal cual a la realidad.
La abundancia hizo que alguno ni le pudiera hincar el diente al corazón de solomillo con texturas de maíz y fundición de queso de Arzúa-Ulloa al aroma de Mencía lugués, pero no recuerdo ni a uno que hubiera perdonado el crujiente de torta de maíz y sus cenizas con mousse de requesón y baño de frutos rojos.
Como no todo es hincar el diente, a pesar de que el menú va a tirar lo suyo, el hotel balneario Guitiriz, ahora en la cadena Hesperia, ofrece un Programa Centenario que incluye alojamiento y sesión de club termal por 50 euros por noches y persona, IVA aparte.
¿Y después de comer? Pues tuvimos que dar un buen paseo para bajar todo aquello: seis kilómetros.