Esteiro (Pontedeume). Hacía por lo menos cuatro o cinco meses que no iba a comer a la Cantina del Río Covés, a un kilómetro de Pontedeume rumbo al monasterio de Caaveiro. O sea, tomando en la gasolinera de la villa medieval la carretera que tira a la derecha. Menos mal que había reservado, porque la crisis no se nota aquí: a las tantas había bastante gente haciendo tiempo en la barra a la espera de una mesa libre. Cierto: el lugar sigue siendo barato; la calidad de la comida, buena; el servicio, amable; y tanto el local como el entorno, muy agradables. Porque Inma y Chucha, las dueñas, no se han conformado con rehabilitar el viejo astillero de su abuelo sino que se han preocupado de limpiar el río Covés (lo cual les ha ganado follones y amenazas de una Administración burocrática que ni hace ni deja hacer, y que no distingue entre levantar una pared de ladrillo vista de dejar impecable un muro) y de preparar un aparcamiento ajardinado que en Dinamarca es habitual, pero en Galicia resulta raro porque implica gastarse dinero y la gente prefiere hacer una explanada barateira y que se llene de hierbas y envoltorios de donuts. Y de barro cuando llueve.
En la Cantina del Río Covés las carnes les salen bien, pero los pescados, mejor. Ahora están con el porco celta a vueltas, y no hay nada que objetar, seguro que tiene salida, pero nada que hacer al lado del lenguado (o sargo, o lubina…) al horno. Potencian la costrada, un plato local cuya receta estuvo a punto de desaparecer en el limbo de la historia y acaban con un festival de tartas caseras-caseras. Esos son los dominios de Chucha, que combina su actividad docente con su pasión por la gastronomía. Probé la de almendrá con cabello de ángel, obviamente muy dulce y que recuerda a los postres árabes. Y buen café de pota como remate.
¿La lluvia? Sólo moja, no contamina. Así que conocer Galicia implica descubrir los miles de tonos grises de la lluvia.
Me alegra saber que hay un sitio donde se puede tomar la costrada. A lo largo de todos estos años de relación con Pontedeume, no encontre ningun sitio donde poder comerla, a no ser que la encargues en alguna panaderia o en la tienda de Man.
Algun dia explica en que consiste.
Este sitio queda apuntado en mi agenda, habrá q probar la costrada!
Cristobal, es la primera vez que te escribo pero te leo a menudo. Estoy descubriendo sitios muy interesantes para hacer excursiones por nuestra tierra.
Un saludo
Pues gracias por leerme y por escribir, María. Tienes las puertas (o sea, el blog) abiertas para ti.
Sinto dicir que o que a cantina ofrece como costrada non é tal. Tanto os ingredientes como a elaboración non teñen ningún parecidop coa auténtica costrada de Pontedeume. Que un restaurante non saiba facela, non lle dá dereito a inventarse un plato que ten séculos de antigüidade.
A Costrada de Pontedeume, que moitos confunden cunha empanada grosa, é un plato único desta vila coruñesa. A súa orixe hai quen o sitúa na antiga idade media e débeselle aos monxes agustinos. O certo é que ningunha outra localidade galega ten unha variedade semellante á Costrada. Falando coas donas da confeitaría Obradoiro, especialistas deste manxar, elas din que non se parece en nada a unha empanada. A masa da costrada é única e é a que a fai distinta.
Tamén aquí se fai un tipo de pastelón que resulta moi apreciado. Quen o proba sempre repite. Está recheo de carne, ovos, e bechamel, entre outros compoñentes.
Moi agradecido pola súa opinión, que enriquece o blog. Non son tan bo especialista como para dicir se é auténtica costrada ou non. Seica da Obradoiro é, ao dicir dos entendidos, boísima. Haberá que chegarse por aí.
Estoy de acuerdo con Pancho Leira. Conozco la costrada auténtica de Pontedeume porque cuando voy de invitada a casa de unos familiares siempre me obsequian con este plato típico y único. Es cierto que solo una confitería ofrece la posibilidad de comprarla y eso es así porque las propietarias eran hijas de la única persona que conocía los secretos de este plato. Creo que estas eumesas debían «donar» su receta a la escuela de hostelería que existe en Pontedeume como forma de garantizar que no se pierda. Pontedeume debía sentirse orgulloso de tener una riqueza gastronómica como la que tiene