Red Natura del río Tambre. El mañanero correo electrónico desde Reading de Lynne Parry, muy buena conocedora de Galicia en la mejor tradición británica, me hace poner los pies en la tierra: cerca de Londres el día es «maravilloso». Así, tal cual. Aquí, a las orillas del Tambre, todo está cerrado de niebla y el orballo se ha convertido en inseparable compañero. Así que la idea de ir a Melide a la Festa do Melindre no parece la mejor del mundo.
Cambio de planes, Martín y yo nos ponemos botas de agua, unos chubasqueros y subimos al viejo Land Rover (la nómina no da para más) y nos alejamos de casa sólo media docena de kilómetros. El mapa 1:25000 debe convertirse en compañero inseparable de quien quiera descubrir Galicia (cada uno de ellos cuesta tres euros o algo así), pero en este caso llevamos, a mayores, el enorme de la carta arqueológica del municipio coruñés de Oroso.
Primero rumbo a Vilarromarís y allí desvío a la izquierda hacia Oroso, la antigua capital del municipio ahora trasladada a Sigüeiro. Carretera estrecha, muy bien asfaltada y mejor señalizada que recuerda las inglesas o danesas de lo bonita que es. Y justo al llegar al puente que permite salvar la autopista Ferrol-Tui a la altura del punto kilométrico 52 aparcamos el coche y a caminar por la pista terrera de la izquierda, que marcha paralela (y, por lo tanto, con ruido) a la propia autopista.
No nos herniamos, no, porque ni a los 100 metros queda allí mismo, a la izquierda, un magnífico castro sobre el cual se plantaron eucaliptos a escuadra y cartabón, cuyas raíces deben estar destrozando viviendas y otros restos de hace 2.000 años. Pero así es este país. Nos adentramos en él sin dificultad, aunque, como el variado mundo vegetal no es precisamente bajo, cuando llegamos de vuelta al Land Rover estábamos con los pantalones pidiendo a gritos irse a la lavadora. Bueno, la lluvia tiene estas cosas.
La aldea prehistórica se encuentra en un estado impecable excepto en dos puntos en que la muralla circular (en la foto) dibujada a compás se ve algo derruida por aquello del tiempo, y, a mayores, se ve cortada en lo que quizás fuese la entrada. Es posible recorrerla casi toda por lo más alto y admirar el foso, que no existe hacia la parte de la autopista, casi seguro que debido a las obras de construcción de ésta.
Un paseo agradable. Un enclave digno de ser protegido. ¿Cómo se llama? Pues se encuentra entre Vilarelle y Oroso, pero en la carta arqueológica se denomina de manera en exceso prosaica: GA15060017.