Durham. Repito el descubrimiento que hice el otro día de la mano de Lara Escudero y como en el entrañable y acogedor Flat White Kitchen, una iniciativa moderna sin modernidad alguna excepto en ciertos platos. Es uno de esos sitios que demuestran por qué el norte y el sur de Europa son irreconciliablemente distintos. El suelo de madera está muy gastado, las paredes bien pintadas excepto las de ladrillo vista. Es decir, nada está al azar ni, desde luego, sucio o descuidado. Simplemente se trata de respetar la personalidad del edificio, que desde luego tiene muchas decenas de años.
La profesionalidad de las camareras no es mucha. Son estudiantes sacándose un dinero. Pero su enorme amabilidad y permanente sonrisa resultan impagables.
Un lugar curioso. ¿Imitable? En España no iría ni una sola pareja de 35 o 40 para arriba: se espantarían al comprobar que tienen que coger del centro de la mesa -de madera pura, normal y corriente- los cubiertos y la servilleta… de papel.