Ferrol. La Ruta de la Construcción Naval se define hoy por hoy como uno de los elementos más dinamizadores que tiene esa ciudad agónica –es su sino histórico- que es Ferrol. Su variedad de propuestas y su bajo precio ayudan a descubrir lo que está ante los ojos pero que poca gente valora. Y en la pasada Semana Santa se transformó en un elemento fundamental en la oferta turística, aunque no haya colgado el cartel de completo el domingo. Y eso que salió un día maravilloso.
Habiendo hecho la ruta del Arsenal, por seis euros me animé ahora a la visita al astillero. O sea, a Navantia. O sea, a la Bazán donde trabajé durante tres años después de haber sido invitado –puro eufemismo, en el franquismo la educación no sobraba- a abandonar la universidad.
Fue, pues, una visita muy personal, casi 48 años después de haber abandonado aquellos talleres. No reconocí más que los grandes lugares, como las gradas –donde Comisiones Obreras dio sus primeros y peligrosos pasos- pero uno siente emoción al estar ante el edificio de la sección de Movimiento (donde había entrado docenas de veces) o ante el depauperado de los comedores que fundó mi padre, por no decir al encontrarme de repente ante una reproducción del acta fundacional del primer jurado de empresa, donde figuraba también mi padre.
Pero cuestiones personales aparte, es increíble que en Ferrol haya gente que no conoce los astilleros. La Ruta de la Construcción Naval les da la oportunidad. Y esperemos que por muchos años.