Betanzos. Aquí estoy, en la estación de Betanzos. La última vez que estuve aquí debió de ser por 1973 o así. Y no tenía este recuerdo, por suerte. Esto es la escombrera de la que fue una de las capitales de Galicia. Casi no se puede pasar sin pisar residuos y porquería. Eso de tener una estación bonita, tan típico de países del centro y norte de Europa, es aquí una entelequia. Y la culpa no la tiene ni Renfe ni el alcalde. La tenemos los que hemos educado tan mal a nuestros hijos, ajenos a cualquier disciplina, empezando por la horaria. El desastre humano que sucede aquí no tiene parangón en los países civilizados. Supongo que en Bosnia o en Albania -meros ejemplos- quizás pase algo parecido, pero no en Dinamarca o en Islandia. Porque todo este desastre va al debe de las familias de Betanzos -de donde yo provengo-, no de extraterrestres. Y encima teniendo papeleras a su disposición, cuya bolsa plástica acaba de ser cambiada.
A veces me avergüenzo de decir que soy de donde soy.