Playa de Río Sieira. Me pareció siempre espectacular, desde que la descubrí en el otoño de 1980 a poco de desplazarme a vivir en Ribeira trabajando para La Voz de Galicia. Y la descubrí cayéndome en el río Sieira al intentar cruzarlo en una tirolina que alguien que no recuerdo ató mal. Así que, ya empapado y con frío, decidí ir corriente abajo hasta llegar a la arena. Entonces la playa de Río Sieira era casi inaccesible, y por suerte hoy ni está bien señalizada ni las pistas que conducen a su punta norte y parte del centro son maravillosas. Al sur, a las lagunas, hay que ir andando, primero por pasarelas de madera con el fin de no estropear las dunas, luego siguiendo los caminos, senderos, ya pisoteados por alguien antes.
Una maravilla de paseo. O mejor dicho, sería una maravilla de paseo si no sirviese para comprobar lo guarra que es la gente, como decía mi madre. No toda, claro está, pero que hoy en día sigan circulando acémilas responsables de los desaguisados que muestran las fotos y no les retiren el carné de identidad hasta parece un milagro.
Y, claro está, el Ayuntamiento de Porto do Son tiene que tomar cartas en el asunto. No se trata de que vaya el alcalde a retirar los desperdicios, pero sí tiene que ordenar que los quinten de donde estás. Y también pues tomar ejemplo de los galeses: cuando se acerca el verano los ayuntamientos costeros convocan una jornada voluntaria para que sus playas estén impolutas. Porque de eso depende que coman muchas personas, algo que parece que ignoramos en Galicia y aplicamos el malo será…