Mesía. ¿Esto es verano, otoño o qué? ¿Veroño, quizás? Porque en pleno noviembre y con los termómetros por encima de los 20º el diccionario se queda perplejo. Yo también. Pero aprovecho para salir, claro está. Y como hace cinco años -hasta me da vergüenza escribirlo- que no visito lo que queda en pie del castillo de Mesía, allá pongo proa con el Land Rover. Tres cuartos de hora y me planto en Pobra, un lugar pequeñito con una taberna entrañable, una iglesia y la fortaleza.
Encuentro rejuvenecidas aquellas paredes del siglo XIV. Las han limpiado, se puede entrar, las saeteras impresionan, es posible asomarse al vacío desde la torre de homenaje… Y es que este es el único castillo de Galicia cuya planta dibuja un círculo. Me pregunto qué será un agujero en el interior, quizás el comienzo de un pozo que, sin duda, debería ser profundo, y hay que preguntarse si aquí habría salida subterránea como, por ejemplo, en Narahío (San Sadurniño), una salida que puede ser el tramo final de un túnel que parece que hay mirando al río Samo, allá abajo, aunque lo digo con muchas precauciones y escasa convicción…
En fin, un lugar idóneo para ir en familia y dar un paseo. Una maravilla… olvidada.