La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Parada de Sil. No resulta cómodo llegarse a Parada de Sil. La carretera desde Vilariño Frío es más galesa que galega, estrecha, con muchas curvas y botando el Land Rover sin parar. El pueblo no parece gran cosa, pero rápidamente hay que girar a la izquierda para buscar Castro, una aldea que recibe con un chamizo de cemento, con el cámping Canón do Sil en el centro, ocupándola e invadiéndola. Ahí está Silvia, mi contacto telefónico, ojos nórdicos, muy amable. Todo son facilidades.

La web, que fue lo que me llamó la atención, no hace justicia al cámping: este es mejor, mucho mejor. No la tierra, que parece dura y seca, difícil pensar que alguien acampe ahí una quincena si no tiene buenas colchonetas, sino la concepción, la arquitectura.

Todo tiene un aire nórdico con materiales del país: teja gallega, piedra en los bungalós, un comedor muy acogedor y en todas partes frases de amor, de tranquilidad. Y ese en todas partes incluye las paredes interiores de los bungalós. Así que si usted tiene mala uva permanente, no venga. Y si la tiene pasajera, lléguese al cámping para que le vuelva la sonrisa a la cara.

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El helipuerto, con sus dos espectaculares e insólitas rampas, ha sido tapado con arena. Órdenes de arriba, de la Xunta. Bueno, de eso no sé nada, seguro que hay razones aunque yo, ignorante, ni las atisbo. Pero lo que me sorprende sobremanera es que tres bungalós de inequívoca huella nórdica hayan sido mutilados por orden de la propia Xunta porque, según me dicen en el cámping (conste: es la única fuente), alteraban el paisaje. Eran –e invito a verlos- una nota de modernidad absolutamente imprescindible en una Ribeira Sacra anquilosada. Porque los que piensan que ésta será patrimonio de la humanidad sólo conservándola, y si es posible retrotrayéndola a mil años atrás, están totalmente equivocados. Y ya sé que no suelo ser tan radical, pero en este caso lo repito: o la Ribeira Sacra pone un pie en el futuro o sólo tendrá pasado.