Red Natura del río Tambre. Publico hoy en nuestro suplemento dominical (el Extra) dos páginas sobre la Ribeira Sacra, que intenta ser declarada Patrimonio de la Humanidad. La he visitado hace una semana y lo he hecho animado por esa máquina de promocionar el turismo con nuevas ideas que se llama Santiago Bacariza. Tengo que reconocer que ir por tercera vez a la Ribeira Sacra en pocos meses no era la ilusión de mi vida, por mucho que me interese la zona, pero reconozco con la misma sinceridad que terminé muy sorprendido. No es que haya visto muchas cosas nuevas, pero sí con otros ojos. Y es que resulta que esa visita la hice en el tren turístico -en el argot de Renfe le llaman el tamagotchi– que parte a primera hora de Ourense y regresa cuando el día está agonizando. O sea, perspectivas nuevas, lugares a los que descubro una nueva visión, personas que de otra manera no habría conocido, risas que jamás hubiera soltado como cuando el dueño del tren chuchú dejó oír por los altavoces alabanzas sin fin a dos políticas que iban, como cualquiera, disfrutando del paisaje. Jamás hubiera ido a una queimada teatralizada, cosas que suelen horrorizarme, pero he salido encantado de lo bien teatralizada que estaba esta que, por desgracia, no he podido probar (iba trabajando, y uno ya tiene edad como para cuidarse).
¿Puntos negros? Los hay. Sobre todo uno. Lo mal que los gallegos cuidan (no me incluyo, no) su entorno inmediato. O sea, el feísmo. Cosas que con un par de horas de trabajo se dejan planchadas y que tal y como están horrorizan. Cuestión de cultura y cuestión de que las administraciones (Xunta y concellos) aprieten a los irresponsables, que para eso están aquellas si menester fuera. Tanto Raquel Arias -delegada de la Xunta en Lugo- como Nava Castro, directora de Turismo de Galicia y que parece persona enérgica, están en el asunto, de manera que hay que darles un plazo… corto, porque el verano avanza.
¿Recomiendo conocer Galicia con los trenes turísticos? Pues sólo conozco este. Si todos son como el de la Ribeira Sacra, sin duda sí. Y para estar seguros, comience usted por viajar en el tagamotchi. Le pasará como a mí: descubrirá con otros ojos ese paraíso natural que se reparten Lugo y Ourense.