Anllo (Ribeira Sacra). De la Casa Grande de Rosende emprendí camino a la Rectoral de Anllo, a diez minutos la una de la otra. Una pista realmente complicada, estrecha, bastante bien señalizada aunque hay momentos de duda. La Rectoral de Anllo es de Lalo, pero ahora la ha alquilado a una pareja, y uno de los nuevos gestores, Nacho, es el que hace de guía. Le comento que cada vez es más difícil ir a los sitios, acostumbrados a las comunicaciones rápidas y poco acostumbrados a serpentear por asfalto que a duras penas merece tal nombre. Tiene reflejos el hombre, porque convierte la debilidad en fortaleza y resalta el estar aislado, en un paraje precioso y en un palacio de inequívocas ínfulas italianas. Mi memoria no es excelente, pero no observo grandes (ni pequeños) cambios en el interior. Tampoco en el exterior. Más lujo dentro que fuera. El único cambio sustancial es que ahora dan cenas y antes no.
Y cavando en una viña me encuentro a Lalo, que no me reconoce de buenas a primeras. Grata conversación, recordando otros tiempos e interesándome por su hija, Cristina, que era la que antes llevaba el día a día en este establecimiento de la Ribeira Sacra que se merece un sobresaliente.