Red Natura del río Tambre. En este país cerrado por compras (me refiero a las que hacen los ciudadanos como si fueran ricos) donde todo el mundo trabaja durante más de dos semanas a medio gas (lo dicho, somos ricos o lo parecemos) aprovecho para hacer cosas pendientes. Entre otras, dar un repaso a un libro sobre la gastronomía comarcal gallega. Por ahí, mezcladas, encuentro unas notas mías referentes al marisco de la ría de Arousa, con unas líneas que remiten a Emilia Pardo Bazán. Ante la enésima tormenta que nos viene encima en las próximas horas siempre hay tiempo para la sonrisa. Así, doña Emilia se atrevía a escribir sobre la centolla. ¿Qué decía». Pues que «su sabor es exquisito, pero es sumamente difícil de comer en público», y la insigne escritora incluso daba instrucciones claras de cómo deglutirla cuando había invitados delante. Sea escrito sin maldad alguna, lo cierto es que mucha gente del interior se queda desconcertada cuando le ponen una centolla ante los ojos y en realidad no sabe por dónde empezar, así que ya no digo nada si tiene que abrirla. Soy testigo que hace 13 años vi en el restaurante Orillamar de Espasante (Ortigueira) cómo la pareja de la mesa de al lado, de Madrid, intentaba dar cuenta de sendas nécoras con cuchillo y tenedor, hasta que las dejaron por imposible. En fin, que doña emilia decía que una vez que de la centolla se extraía lo que era comestible había que echarle por encima… «una salsa picante».
Claro que las cigalas tampoco salían bien paradas por la pluma de Pardo Bazán: «No es culpa suya, pero su posición es muy poco airosa en la cocina».
Sin comentarios.
Doña Emilia