Red Natura del río Tambre. Publico hoy casi dos páginas sobre la potencialidad turística de Galicia que tienen nuestros balnearios, de los cuales nunca fui muy partidario: no me he metido en ni uno y me agradaría abandonar este mundo sin haberlo hecho. No por nada, sino porque el agua no es para mí y punto. Pero por supuesto que creo que tienen su importancia y he publicado sobre ellos en varias ocasiones. Por cierto que con la excepción de mi amigo Nino Amor, el gerente de su asociación profesional, y del entonces (y no sé si ahora) gerente del de Lugo, ni uno solo de los dueños o gestores me ha mirado nunca a la cara ni ha tenido el detalle de decir «aquí tienes tu casa», invitación que denota un nivel de educación aunque, por supuesto, todo el mundo sabe que no admito invitaciones excepto las de los amigos.
Pero en fin, el caso es que hoy publico eso. No tenemos en Galicia grandes balnearios al estilo de los del centro de Europa, enormes edificios clásicos. Por un lado, aquí imperó el burro grande ande o no ande. El de Río Caldo, a las puertas del Xurés, en Lobios, es un mamometro que bien pueden ponerle una placa que diga «monumento al feísmo en un parque natural». El de Laias es enorme y sin interés arquitectónico alguno. El de Cuntis, por lo menos, se adapta al terreno. Y más, claro está.
Y por otro lado están los de siempre, los entrañables, los de líneas clásicas a quienes les cuesta más sobrevivir porque no son cool, pero son auténticos. En este grupo procede incluir el de Baños de Molgas, el de Baños de Brea, los dos de Caldas de Reis, el de Arteixo (que ahora tiene problemas con las aguas, aunque sigue prestando otros servicios)…
La Axencia Galega e Turismo anunció hace unas semanas la creación de un club del agua, un loable intento de potenciar -entre otras cosas- los balnearios. Bienvenido sea. Aunque no creo que jamás meta ni un pie en ninguna de sus piscinas termales, claro está.