Godmanchester. Salida a caminar con el grupo de ciudadanos, siempre animosos, que año tras años participan en los Health Walks. Yo soy –sin comentarios, por favor- sin duda el más joven, exceptuando las dos veinteañeras que envía el Ayuntamiento, bajo cuyo paraguas tienen lugar estas docenas de marchas por todo el territorio de Huntingdonshire.
El paseo es rápido, sin explicaciones fuera de la inicial. Apenas hablan las 23 personas y si lo hacen es discretamente por parejas o tríos. El itinerario no me gusta. El paisaje es vulgar, pasando entre edificios, luego bajo la autovía, después bordeando algo que parece un centro de reciclaje, de escaso interés estético. Se va por el límite, eso sí, de una reserva natural que incluye una laguna grande con dos islas a un lado y tres centenares de anátidas estacionadas en un gran campo al otro. Se circula por lo que en su día fue el trazado de un ferrocarril del que no quedan restos.
Así que sin paisaje y (voluntariamente) sin conversación me dedico a pensar y a admirarme de que este Ayuntamiento organice mil y un actos. Es imposible aburrirse en el verano: hay actividad tras actividad, y para todas las edades. ¿Gratis? Ni de broma. Los Health Walks sí lo son, pero en la mitad de los casos –por decir algo- procede abrir la cartera. En algunos casos cantidades altas, pero lo cierto es que en este país el dinero tiene su valor y nadie lo anda malgastando: se administra hasta el último penique, y alegrías, las justas, lo cual en la mayor parte de los casos equivale a decir ninguna.