San Vicente do Grove. Es difícil que me desanime la lluvia. Y si arrecia tanto que no puedo salir me meto en un museo. Los Científicos Coruñeses son mis preferidos, pero no los únicos. En cualquier caso, he salido a San Vicente de O Grove, a recorrer un minúsculo trozo de costa con playas pequeñas y maravillosas, y por lo general desconocidas. El Petón do Con Negro es una mole sencillamente impresionante, y los arenales cercano enamoran incluso a gente como a mí, que en verano no piso una playa ni loco. En realidad, en el estío también los pisa muy poca gente.
Pero pasa lo de siempre: en pleno paraíso aparece la porquería. ¿Que la lanza ahí el mar? Por supuesto, así es, aunque el mar no tenga culpa de nada: la tienen quienes arrojan los desperdicios no orgánicos a él, pensado que digiere todo (gran mentira). Con los ayuntamientos en la UCI por falta de liquidez, las alternativas son tres: o dejamos la costa como está, lo cual quiere decir cada día peor; o nace el espíritu del voluntariado y vamos un grupo de amigos a limpiarla; o de una vez por todas le decimos a los parados que cobran de los impuestos de todos que algo tendrán que hacer por la sociedad que les paga (y por su municipio, y por sus hijos) en sus por desgracia numerosas horas libres. Porque mejorar la costa es mejorar la economía. Es atraer a más turistas. Es atisbar un trocito de futuro.
Excepto, claro está, que no nos hayamos enterado de que esta crisis ha llegado para quedarse y que nada va a ser igual a lo que era.