Odense. Se acaba el domingo… a Dios gracias. Día para llorar, de esos perdidos porque me lo he pasado viajando desde la Red Natura del río Tambre a la ciudad danesa de Odense, donde me recibieron, tan bien como siempre, la hispanista Grethe Christensen y su marido, Ole. El problema no es que el avión de Madrid, de Iberia, saliera con poco más de media hora de retraso, no, qué va. El problema es que los muy lerdos se han dejado mi maletón en tierra. Me han dado un kit de supervivencia y búscate la vida por lo menos hasta mañana. Así que estoy con lo puesto. O sea, que me paso la vida defendiendo las compañías grandes, que de volar con Air Algerie o Sudan Air o Vuelo Paco, nada de nada, y compruebo en mis carnes (nunca mejor dicho: no tengo ni pijama) que Iberia hoy en día cae en el absurdo. Porque todo va informatizado, y al momento miraron en Copenhague en una pantalla y me dijeron dónde estaba mi querida maleta azul. Que no es otro sitio que Barajas. Porque uno entiende un accidente, o que hubiera llegado pelado de tiempo desde Labvacolla. O que se hubiera puesto de parto alguien. Pero no que abandonen la maleta y, lo que es peor, que no comuniquen al vuelo que la maleta con código de barras tal y cual, que pertenece al ciudadano Ramírez, que soy yo, no va en la panza del Airbús. Pues nada: a esperar una hora a ver si aparecía -y aquí se hace noche a partir de las siete y media- y lo dicho, a buscarse la vida.
Y encima de tanto aire acondicionado me he pillado un catarro. A ver si resulta que encima regreso con la Gripe A a cuestas…