Oulu (Finlandia). Hoy no hubo clase en toda Galicia ante la llegada de vientos de más de 100 kilómetros por hora. Subrayo lo de «toda» y no pienso hacer ningún comentario más al respecto.
Aquí, en Finlandia, no corría ni una brisa por la mañana y cambió la situación por la tarde, si bien los nativos aseguran que éste no es un país de corrientes de aire, al menos en el sur. Lo cierto es que la temperatura no asusta a nadie y el comentario general es que el invierno está siendo cálido. Pero, si bien es cierto que el termómetro marcaba un agradable grado sobre cero cuando fui al aeropuerto de Helsinki, no menos cierto es también que todo menos las ahora impolutas carreteras está cubierto, lo que se dice bien cubierto, de nieve. Pero a las seis menos cuarto de la mañana se registra una hiperactividad que asombra.
El avión aterrizó una hora después de la reflexión anterior, y lo hizo en Oulu, norte del país nórdico. O sea, la nieve de antes multiplicada por tres o por cinco. Los coches algo patinan por mucho que lleven ruedas de invierno. Los taxistas parece que le han cogido aversión al cinturón de seguridad, y no se ve ni un solo todoterreno aunque el escenario vaya si lo justificaría.
Pues nada, que en los colegios no faltó nadie, que las oficinas no han interrumpido su curso, que los cinco bajo cero iniciales y ahora diez bajo cero no impiden que los comercios estén como siempre (rebajas en ropa de mujer del 70%, ojo al parche) y que, en fin, Finlandia ocupa el primer puesto en el informe Pisa, ese que hace la OCDE para determinar cuál es el país cuyos institutos son los mejores. Con o sin viento. Con o sin nieve.
Sí señor, muy acertada la comparación. Los que hemos vivido al norte de los Pirineos alucinamos con la relevancia que juega el «mal» tiempo en España, una percepción muy muy muy significativa…
Y a poco que uno piense, es fácil deducir qué significa esa percepción (en este caso, «percepción» rima con falta de plaficación, imprevisión y improvisación).
Rima, rima… vaya si rima.