Odense (Dinamarca). Amanece con nieve en Odense. El termómetro marca un grado bajo cero, pero nadie le da la mínima importancia y el que ayer salía en bicicleta hoy repite. Y son millares y millares por las amplias avenidas donde se ignora la palabra atasco.
En el instituto donde trabaja Grethe Christensen no falta nadie porque haga mal tiempo. Allí me lleva a dar dos conferencias (una tras otra) a los alumnos sobre el Camino de Santiago. Una decena escasa en la primera, una veintena menos uno en la segunda. Gran interés, y no porque yo lo haga más o menos entretenido (que va a ser que no), sino porque el Camino tiene un poder de atracción en sí. Chavalada con predominio femenino que habla español, aunque la timidez y humildad innata a los daneses les impide parlar demasiado, y sólo al acabar se sueltan, pasillos adelante.
Odense, además, es una ciudad humana y maravillosa, el mejor desmentido de que para ser atractiva no hace falta tener un Guggenheim, sino cuidar el entorno y los edificios, y ofrecer multitud de pequeños actos culturales y festivos. Además, por ella pasa el Camino de Santiago, algo que incluso sus habitantes ignoran. Pero si se va uno al río verá que en el maravilloso sendero que lo bordea hay pintadas flechas amarillas.
Esto, lo que está haciendo en en Dinamarca el profesor Cristobal Ramírez, me parece ser la mejor de las formulas de hacer patria, de promocionar el Camino de Santiago y a la vez ganar mayor cultura el interesado.
La formula también resulta altamente positiva para indicar donde estamos.
¡Hola Víctor! Lo fundamental es que, tienes razón, estoy aprendiendo mucho. Estoy ahora en el centro de Finlandia, en el culo del mundo (con perdón), con 40 profesores de español… ¡y todos saben dónde está el Camino! Algunos, además, han ido.
Un abrazo