Koge (Dinamarca). Koge. Pequena ciudad con gran puerto a treinta y tantos kilómetros de Copenhague. Mediana estación de ferrocarril con más de media docena de andenes. Ahí llego con la intención de ir a la capital danesa y no tener que pagar más de dos euros a la hora por aparcar mi alquilado coche. Máquinas expendedoras de billetes no faltan, y allá voy. Todo está en danés, lo cual hasta puedo entenderlo, pero el mapa de zonas en que se divide Copenhague y sus muy poblados alrededores (y, por lo tanto, la tarifa a aplicar) semeja un auténtico galimatías imposible de entender sin un cursillo previo. Así que decido cruzar la calle e ir al mostrador donde presupongo que uno o una funcionario o funcionaria me arreglará el pequeno problema de ir y volver con DBS, la Renfe danesa, desde Koge a Copenhague.
De modo que doy la vuelta completa al edificio hasta comprobar que esa oficina está cerrada para siempre jamás y que un pequeno cartel dice no sé qué de lo cual sólo entiendo la palabra «kiosk».
Nuevo cruce de calle y como al principio: a ver máquinas automáticas con complejos mapas, todo en danés. Ni una sola indicación en esa lengua franca que es el inglés. O en cualquier otra.
Encamino los pasos al quiosco, guardo mi cola mientras compruebo que venden chucherías, salchichas y revistas varias. Nadie ha pedido un billete, con lo cual me muestro sumamente comedido. Pero sí, acerté: allí, entre ketuchup y chocolatinas, y tras esperar tres minutos a que un nino de cinco o seis anos se decida por el tipo de gominolas, venden billetes de tren. Y por la friolera de 130 coronas (o sea, algo más de 17 euros) me dan un billete que tiene 24 horas de validez y que me permite ir en ese tiempo por cuento autobús o tren de cercanías se me ocurra. «Pero si yo sólo quiero ir a Copenhague y volver, prometo que no me subiré a ningún autobús ni tren de cercanías!», protesto. Pero la amable quiosquera no atiende a más razones y, además, hay algún probo ciudadano que guarda cola detrás de mí para conseguir una bebida en este día caluroso.
A partir de ahí? Todo fantástico: excelente tren cada 10 minutos, vagones limpísimos, muy anchos, luminosos, puntuales. Pero aún dudo si vale para pena para un turista. Porque, al final, acabé ante la Sirenita, que es el único lugar de Dinamarca cuyos alrededores están lamentablemente sucios.
bueno, no te enfades, que ya falta poco para volver al dulce hogar y juntarte con los amigos, a la par que vecinos, que te echamos de menos
tomate una cañita, o cerveza o lo que puedas a nuestra salud y el fin de semana ya nos cuentas mas cosas
sau2