La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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La Europa real se parece tanto a esa parada de los monstruos llamada Eurovisión como a la frikilandia burocrática de Bruselas. Tanto la sopa de letras que nos aprieta la entrepierna (UE, CE y BCE) como el delirante festival son puros seres de ficción. Lo de Eurovisión viene a ser como un cruce de laboratorio entre los trasnochados coros y danzas regionales y un Travolta caducado para siempre sobre la pista discotequera de Fiebre del sábado noche. El cutre circo televisivo volvió a pasear anoche las sombras desafinadas de sus fieras sin jaula. Y, visto lo visto sobre el escenario de Bakú, lo mejor no fueron los duendes robóticos de Irlanda, ni las abuelas rusas disfrazadas de peliqueiros, ni el prejubilado británico que volvió a las tablas para edulcorar con unas libras su pensión. Ni siquiera la cantante griega con su alegoría escénica de cómo se las gasta Bruselas con Atenas. Lo mejor, de largo, fueron los futuristas spots petroleros de Azerbaiyán que amenizaban la espera entre friki y friki. Pero, claro, qué se puede esperar si montas un festival a orillas del mar Caspa, digo, Caspio.