Pontevedra. Lo difícil, en Pontevedra, es elegir dónde comer. Su casco histórico está impoluto, con todavía muchos cables pero sin duda es, con el de Santiago, el excepcional de Galicia. Y la hostelería se está forrando. Al final me animo por un sitio pequeño y recogido que no parece gran cosa pero al menos estaré tranquilo. Se llama Sotoverde.
Que las apariencias engañan no lo voy a descubrir yo. El sitio por dentro resulta muy acogedor, estrecho y abriéndose al final en un pequeño comedor de estética cuidada. Porque como mucho y de maravilla a un precio mediano tirando claramente hacia abajo. El trato es de esos que hacen sospechar que saben que uno puede publicar, pero está claro que nadie sabe quién soy o quién dejo de ser. En suma, un lugar muy recomendable. Volveré.