La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Aranga. Es éste, el de Aranga, un municipio algo o bastante olvidado en la provincia de A Coruña. Tierra de lobos, de montes, de ríos, de bosques. Naturaleza pura escasamente adulterada, sin agresiones graves. Tiene sus problemas: la emblemática casa Platas ha cerrado, y la taberna del Legionario echa el candado a finales de año, de manera que nos quedamos sin lugar para comer. Hay alguna ruta, pero sería posible diseñar muchas más. Mámoas neolíticas arriba y varias iglesias muy llamativas. Y al llegarme a la de Muniferral me paré ante un panel que animaba a darse una vuelta por valle y montaña. Así que como tenía tiempo, allá me fui a buscar el castro que señalaba. El desvío está en la parte alta, pero si se llega a las casas ya se ha pasado. Hay un gran cartel en ese desvío, pero en ese sentido de la marcha queda tapado, de manera que se necesitaba otro más en el otro lado. En fin, marcha atrás, reductora en el Land Rover, a los 300 metros nuevo desvío ascendente a la diestra y en lo más alto, una fortaleza auténtica, horadada su muralla por tractores que se dedicaron a cortar los árboles que crecían en el interior del reducto, una barbaridad a la que ya estamos acostumbrados en Galicia.

El castro es impresionante por dos razones: la primera, por la gran panorámica que se divisa desde él. La segunda, por sus murallones, que, sin haber sido excavados, ¡están por completo a la vista!.

Una maravilla. Eso sí, llévese bocadillos y agua. En el corazón de Aranga ya no hay dónde comer.