La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Kuopio (Finlandia). Así, a primera vista (como es la mía), Kuopio no enamora. Cierto es que las pequeñas estaciones de tren que se veían en el camino encerraban gran encanto, y quizás por eso la de Kuopio da un poco la impresión de burro grande ande o no ande. Claro que el hecho de haber perdido los guantes y el gorrito (elementos de primera necesitad en el universo invernal finlandés) tampoco ayuda.

Una vez dadas las conferencias, el regreso, andando y solitario, al hotel en plena noche me permite ver una ciudad construida muy racionalmente, con útiles paralelas y perpendiculares, algo sombría y cuyos edificios son de hormigón insulsos, sin atisbo de madera y sin ningún espíritu tradicional. Para acabar el día, los dos restaurantes del hotel, que también son públicos y se encuentran al otro lado de la calle y a los que se accede por un bonito túnel, me hacen dar marcha atrás, pedir en el bar una cerveza y reflexionar a cuál ir: a la hamburguesería horrorosa o al algo más serio que muestra un salmón pasado de cocción y unas patatas fritas como para echar a correr.

Eso sí, Hanne y Ronald, su marido, una gente excelente.