Quizá debería sentirme culpable porque puedo permitirme ser optimista. Pertenezco al 34,3% de los españoles que vive con normalidad, sin carencias esenciales, según el demoledor e imprescindible Informe Foessa de Caritas.
Soy optimista porque en esta guerra mundial contra los pobres en la que vivimos al menos creo que estamos consiguiendo desenmascarar al enemigo y hablar del virus de la desigualdad, la corrupción o el fraude fiscal. Gracias a informes como el ya citado o a campañas como las desarrolladas por Oxfam Intermon. La última, “IGUALES. Acabemos con la desigualdad extrema» se acaba de presentar, y para conocerla tengo otra buena noticia: dejarles con una de sus voluntarias, Lorena Peillet.
Es una buena noticia de la que estoy orgulloso porque Lorena es una de las profesionales de la cooperación al desarrollo que han gestionado con honestidad y eficiencia proyectos de gran complejidad en países como Perú o República Dominicana (en este artículo pueden conocerla un poco mejor) y que ahora tenemos la suerte de tenerla de vuelta en España a luchar también aquí contra la pobreza.
Gracias, Lorena!
Podemos ser iguales
Oxfam Internacional acaba de presentar su informe “IGUALES. Acabemos con la desigualdad extrema. Es hora de cambiar las reglas”, considerado ya como el mejor resumen que se ha hecho hasta el momento sobre la importancia y urgencia de ponerle freno a la desigualdad extrema para el desarrollo mundial.
El lanzamiento de este informe en este momento se debe al asombroso crecimiento de la brecha entre ricos y pobres que se está produciendo en la actualidad. 7 de cada 10 personas viven en países donde la brecha es mayor hoy de lo que lo era hace 30 años.
Además, desde el comienzo de la crisis financiera, el número de milmillonarios se ha más que duplicado hasta alcanzar la cifra de 1.645 personas.
La desigualdad extrema es una barrera contra la reducción de la pobreza mundial y una amenaza para toda la sociedad.
La desigualdad es uno de los principales obstáculos en la lucha contra la pobreza porque cuando un porcentaje demasiado grande de los recursos de un país está en manos de unas pocas personas adineradas, esto limita la capacidad de los gobiernos para cubrir las necesidades básicas y satisfacer los derechos del resto de la ciudadanía, por ejemplo, provocando una reducción del gasto en sanidad y educación.
Sin embargo, el problema de la concentración de riqueza en manos de unos pocos no sólo afecta a la población más vulnerable, sino que tiene unas consecuencias que son destructivas para todo el mundo: la desigualdad extrema corrompe la política, frena el crecimiento, fomenta la delincuencia, agrava las desigualdades entre mujeres y hombres, promueve la desigualdad en salud, educación y oportunidades y pone en riesgo nuestra capacidad para expresar nuestra opinión y participar en la gestión de la sociedad en la que vivimos.
Causas de la desigualdad
Oxfam considera que las razones del actual aumento de la desigualdad son básicamente dos: el fundamentalismo del mercado y el secuestro democrático por parte de las élites.
El fundamentalismo de mercado consiste en defender que el crecimiento económico sólo es posible alcanzarlo dejando que los mercados funcionen por sí mismos, reduciendo la intervención del Estado.
El secuestro democrático se produce cuando una minoría más rica y poderosa (la élite) tiene una influencia desproporcionada sobre las decisiones políticas que es utilizada para influir políticamente para manipular las leyes en su favor.
La desigualdad en España y Galicia
Si bien el informe se centra en datos a nivel mundial, nos recuerda que, según Eurostat, España es el segundo país de Europa, después de Letonia, con mayor índice de desigualdad. En Galicia estamos algo mejor, si bien según los datos del Instituto Galego de Estatística, la desigualdad se ha incrementado en las cuatro provincias. El siguiente gráfico muestra cómo ha ido creciendo el índice de desigualdad (aquí les explican lo que es) entre el año 2005 y el 2012.
¿Qué podemos hacer?
En primer lugar, debemos de ser conscientes que es posible trabajar por un mundo más igualitario porque reducir la desigualdad es el resultado de decisiones políticas y, por tanto, humanas.
Los gobiernos pueden comenzar a reducir la desigualdad cambiando las políticas públicas y regulaciones que han dado lugar al actual incremento de la desigualdad y priorizando una mayor redistribución de los recursos y del acceso al poder.
Muestra de ello es que un impuesto de 1,5% sobre el patrimonio de las personas en todo el mundo con una fortuna superior a los mil millones podría generar hoy 74.000 millones de dólares. Una cifra que permitiría la escolarización y la atención sanitaria a todos los menores en 49 de los países más pobres del mundo.
Existen ejemplos en todo el mundo de cómo se puede reducir la desigualdad ampliando los servicios públicos como son los casos de Brasil, Ecuador o Senegal. En Europa, en 1925 la desigualdad en Suecia era comparable a la que hay hoy en Turquía, pero gracias a la creación del modelo de bienestar sueco se logró reducir la desigualdad casi a la mitad en 1958, y ésta siguió disminuyendo durante los 20 años siguientes.
Oxfam nos llama la atención sobre la necesidad de tomar medidas urgentes para acabar con la desigualdad extrema antes de que sea demasiado tarde. Los cambios que consideran en el informe que pueden tener un verdadero impacto sobre la desigualdad extrema son:
1. Hacer que los Gobiernos trabajen para los ciudadanos y hagan frente a la desigualdad extrema
2. Fomentar la igualdad económica y los derechos de las mujeres.
3. Pagar a los trabajadores un salario digno y reducir las diferencias con las desorbitadas remuneraciones de los directivos.
4. Distribuir la carga fiscal de forma justa y equitativa.
5. Subsanar los vacíos legales en la fiscalidad internacional y las deficiencias en su gobernanza.
6. Lograr servicios públicos gratuitos universales para todas las personas en 2020.
7. Modificar el sistema mundial de investigación y desarrollo (I+D) y de fijación de los precios de los medicamentos para garantizar el acceso de todas las personas a medicamentos adecuados y asequibles.
8. Establecer una base de protección social universal.
9. Destinar la financiación para el desarrollo a la reducción de la desigualdad y la pobreza, y fortalecer el pacto entre la ciudadanía y sus Gobiernos.
Los gobiernos, instituciones y grandes empresas tienen la responsabilidad de poner freno a la desigualdad extrema y tienen que aplicar políticas que redistribuyan el dinero y el poder de manos de las élites a las de la mayoría de la población.
La buena noticia es que, a pesar del predominio de la influencia política de las élites acaudaladas y de la represión que sufre la ciudadanía en muchos países, personas de todo el mundo se están movilizando para exigir que las cosas cambien, un ingrediente crucial en la lucha contra la desigualdad.
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