Vuelvo a Santiago feliz tras disfrutar en Valladolid de su gente y del buen cine que este año me han regalado en la SEMINCI que acaba de terminar. Lo hago en un tren semejante al que se estrelló en la curva de Angrois matando a 81 personas en circunstancias muy poco claras… Hasta ahora.
El documental Frankenstein 04155 recibió una merecida mención especial tras proyectarse en una sala abarrotada. Una obra de arte que con el rigor objetivo de la información oficial y la humanidad y autenticidad de los testimonios crea un auténtico fresco de la corrupción en España, de quienes la consienten o hasta intentan beneficiarse por razones políticas y de esa banalidad del mal de quienes la toleran y miran para otro lado (en la administración publica, en RENFE, en la fiscalía o la judicatura…).
Escuchen a su director, Aitor Rey y el presidente de la Plataforma de Víctimas del accidente de tren de Santiago o entren en su web. Ya ven que la banalidad del heroísmo sigue muy viva.
En cada edición vuelvo con alguna sensación: Cine y compromiso , Cine y muros o humor y dignidad. Este año ha sido me dijeron con razón que era una SEMINCI «de chicas». Pero es bastante más, creo que se ha hablado de un futuro que pertenece a las mujeres pero sobre todo que ya no pertenece a los hombres, que el tiempo de absurdas superioridades y machismos ha pasado y es obligatoria adaptarse y reeducarse para un mundo que si o si tiene que ser más decente. No cambiar, resistirse, es ser cómplice de la violencia.
Coincide esta SEMINCI con una auténtica epidemia de terrorismo y record de asesinatos machistas. María Isabel, Beatriz, Divina, Silvina, Conchi y María José: seis mujeres asesinadas por sus parejas este año sólo en Galicia. Casi 50 ya en toda España, y encarnizándose o invisibilizando a colectivos (26 menores asesinados por su padre durante el régimen de visitas, los miles de niños y niñas que presencian el maltrato de sus madres, las mayores de 65 años, o el 23,3% de las mujeres con discapacidad, casi 8 puntos más que las que no la tienen).
¡Es cosa de hombres! asistir el 7 de noviembre a la masiva Marcha contra las violencias machistas organizada por el Movimiento Feminista. Pero muchos hombres (y mujeres) siguen mirando para otro lado, con excusas peregrinas, argumentos estúpidos (entre los que destaca el de feminismo=machismo, como si un antibiótico fuera lo mismo que una bacteria) o directamente maldad (si quieren bajar a los infiernos busquen la palabra «manginas»).
Total, son sólo mujeres, escribía hace unas semanas Pepa Franco cuestionando las incoherencias de una callada Amnistía Internacional. Y de este tema también habla Chicas nuevas 24 horas, el nuevo e imprescindible documental que su directora,Mabel Lozano, presentó en Valladolid.
Frente a este horror, me han ilusionado varias películas de la SEMINCI, con mujeres que no se resignan a que sus hijas y nietas vivan peor y que luchan por su futuro. Pero sobre todo de hombres que intentan aprender que las caricias son tan necesarias como la comida o la bebida, superar su analfabetismo emocional (una expresión que escuche en muchas mujeres vascas, quizá por ello es en Euskadi donde han publicado este interesante manual: «Los hombres, la igualdad y las nuevas masculinidades«) y luchar contra la complicidad en el asesinato.
Me encantó Mustang. La historia de cuatro adolescentes turcas luchando por su libertad y contra cadenas y barrotes del machismo y las tradiciones reaccionarias. Y con uno de los principios más luminosos que he visto en mucho tiempo. Merecidísima Espiga de Plata.
O la de Vlasta en «Cuidados a domicilio» (Domácí péče) un clásico de mujer dedicada al cuidado de ancianos, personas dependientes… y su marido, que empieza a descubrir que ya es hora de cuidarse a si misma y exigir que la cuiden. Y su marido a espabilar y aprender a besar.
Analfabeto emocional es también la pareja de Majda, en La niña que nació en miércoles (Szerdai gyerek) una chica húngara que lucha por obtener la custodia del niño, aunque como madre sea una adolescente irresponsable. No desea que la vida de su hijo sea una repetición de la que le ha tocado vivir a ella en orfanatos y casas de acogida (aunque parte del argumento haya horrorizado a algunas trabajadoras sociales)
Merece la pena The Girl King, la historia de los 10 años de reinado de Cristina de Suecia coronada en 1633, a la edad de seis años, y educada como si fuera un príncipe. Aunque se tome alguna licencia histórica y a veces tenga un aire a Juego de Tronos, ha sido un hallazgo conocer la historia de una mujer adelantada a su tiempo empeñada en convertir a Suecia en una nación culta y sofisticada, explorando su sexualidad sin pudores ni machistas dogmas religiosos. En Suecia siguen sin quererla mucho («en su tiempo fue como si la hija de George Bush se pasara a Al Qaeda«, bromeaba su director.)
Pero sinceramente, las que más me han gustado son aquellas en las que sus protagonistas son hombres descubriendo sentimientos y practicando, intentando evolucionar a su manera y encontrar un lugar en el mundo lejos de antidiluvianos roles de pretendida superioridad.
Es el caso de Sentaro, en Una pasteleria en Tokyo, un pastelero y sus dorayakis (pastelitos rellenos de salsa de frijoles rojos y dulces llamada «an»), cuya vida cambia cuando una anciana, Tokue, se ofrece a ayudarle en su cocina. Una delicia verles hablar, comunicarse, sentir, superar sus heridas.
O el de Hector McAdam, una persona sin hogar que cada año y sin saber si será su última vez viaja por Navidad desde Escocia hasta un acogedor albergue de Londres donde le esperan sus camaradas y algo parecido a un hogar. Basta ver su sonrisa (Peter Mullan, que monstruo de actor) para que apetezca conocer el sufrimiento que padece una persona para decidir vivir en la calle y no caer en su cobarde culpabilización. No estaría nada mal que se proyectara en Santiago, a la vista de alguna noticia y comentarios desafortunados; quizá tras verla y reflexionar, se acabaría pidiendo perdón, como el señor Gallardón hace años.
https://www.youtube.com/watch?v=q_k98JKlnqs
De hombres y sentimientos también habla El valle de los carneros, con su Espiga de Oro. La historia minimalista de dos hermanos enfrentados desde hace décadas por no se sabe que razón, dedicados al cuidado de sus rebaños de carneros en un remoto valle solitario y nevado de Islandia.
Pero lo que más me ha gustado, sin duda, es conocer a Fúsi, el protagonista (y más que merecido premio al mejor actor para Gunnar Jónsson) de The Virgin Mountain. Un Peter Pan con un corazón de oro que se niega a crecer o amar hasta que una niña de ocho años y una mujer vitalista se cruzan en su vida. Resulta pasmosa la elegancia y sencillez con la que se cuenta esta historia de amor, de respeto por la persona amada y por uno mismo. Pocos finales me han emocionado tanto.
¿Ah, que se van a ver la última de James Bond?
Que para hombre este, ¿verdad? Igual nos vemos en el cine, pero antes de verla, debería saber que hace años que hasta el bueno de James está intentando cambiar…
Amigos orcos: Esto no es la Tierra Media. En esta vuestro tiempo se están acabando y el de los hombres y mujeres iguales en derechos llegará. Si o si. Aunque os pese.
Nos vemos el 25 de noviembre.
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