Luchar contra la resistencia al cambio. Una tarea constante en empresas, administraciones u organizaciones sociales que tratan de innovar, pero que muchas veces se convierte en un dolor cuando pretende mejorar la dignidad de las personas en pobreza o exclusión y se encuentra con un muro de rancia tradición asistencialista, culpabilizadora y aporofóbica.
Incluso cuando hablamos de problemas que tienen la solución en su mismo nombre: personas sin hogar. Personas con dignidad en las que el su derecho a tener un hogar y una vivienda accesible y decente debería ser prioritaria.
Vaya si es posible poner la vivienda primero (housing first) y luchar con éxito contra el sinhogarismo. Nos cuenta las claves de la eficiencia de esta metodología Arturo Coego, responsable técnico de Proyectos Housing First en la Asociación Provivienda, entidad que, en alianza con Hogar Sí, implementa el programa Hábitat Housing First a nivel estatal.
Gracias Arturo por seguir siendo parte de la historia de este blog.
Housing First: así se asegura el derecho a la vivienda de las personas sin hogar
Terminar en situación de calle es más fácil de lo que imaginamos. Los factores pueden ser muy variados, desde cambios repentinos a nivel laboral o de salud hasta la ausencia de una red de apoyo sólida en el momento menos oportuno. La experiencia en calle suele acompañarse de trauma, de adicciones –drogas, juego, etc.-, de problemas de salud mental, de sensación de fracaso personal. El abanico es tan amplio que entendemos que las soluciones no pueden ser de talla única.
Los datos son estremecedores. La Estrategia Nacional Integral para Personas sin Hogar 2015-2020, elaborada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2015) estima que en España el número de personas sin hogar se situaría en un intervalo de 30.250 – 36.300 personas.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos recoge en su artículo 25 que “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios (…)”, mientras que la Constitución Española en su artículo 47 sostiene que «todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho«,
Desafortunadamente, los proyectos políticos que han liderado este país hasta la actualidad no han conseguido hacer efectivo este principio rector de la política social y económica recogido en nuestra carta magna. El enfoque tradicional no funciona para todas las personas sin hogar.
Housing First: un cambio de paradigma
La propia Estrategia Nacional Integral para Personas sin hogar 2015 – 2020 bajo un enfoque orientado a la vivienda, estimula la implantación progresiva del modelo Housing First en paralelo con el conjunto plural de los otros recursos: viviendas semituteladas, residencias, centros especializados, centros de acogida y alojamientos de baja exigencia.
Esta metodología fue desarrollada por Sam Tsemberis a principios de los 90 en Nueva York a través de la creación del programa Pathways to Housing. En su origen, este servicio fue diseñado para ayudar a personas con problemas de salud mental que estaban viviendo en la calle, aunque no tardaron en ampliar el perfil para incluir a aquellas personas que pasaban largas temporadas en albergues y a aquellas en riesgo de acabar en situación de sinhogarismo al recibir el alta en hospitales psiquiátricos o al salir de prisión.
Los resultados obtenidos en esta primera etapa en Norteamérica estimularon la implementación de servicios Housing First en Europa. Tanto es así que en 2016, países como Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido y Suecia ya contaban con proyectos basados en esta metodología.
Y los resultados demuestran un gran impacto. Housing First se ha mostrado especialmente eficiente con perfiles complejos de trayectoria de calle cronificada o recurrente. La rápida implantación de la metodología se explica, en parte, gracias a la mejor relación coste-efectividad que la de los servicios en escalera.
Los resultados demuestran que, por ejemplo, una persona que hace uso de un servicio Housing First reduce el uso de servicios de emergencias psiquiátricas y médicas con respecto a su situación de calle previa. Por otra parte, el coste plaza/día con respecto a servicios tradicionales se reduce drásticamente. En 2016 las tasas de éxito en Europa igualaban los resultados conseguidos en Norteamérica, donde hasta un 88% de las personas sin hogar con grandes necesidades seguían alojadas en sus viviendas Housing First a los 12 meses de su entrada en programa.
1. La vivienda, primero.
Se parte desde una premisa clara: la vivienda es un derecho humano. Un programa Housing First facilita, desde un primer momento, acceso inmediato a viviendas independientes, unipersonales, dispersadas geográficamente, con garantía de tenencia, sin fecha de finalización y no condicionadas a iniciar un tratamiento ni a objetivos de mejora. Para entenderlo mejor: Housing First sustituye el apoyo centrado en los servicios -apoyo al alojamiento-, por el apoyo centrado en la persona -apoyo en el alojamiento-.
2. No está supeditada a ningún tratamiento.
Un servicio Housing First jamás condicionará el acceso a la vivienda a la adhesión a ninguna terapia o medicación.
Es un matiz importante, ya que los servicios del sistema de escalera sí condicionan el acceso a una vivienda a la participación en un tratamiento o directamente a mantener la abstinencia. En otras palabras, intentan preparar a la persona para después facilitar acceso a una vivienda normalizada.
Este enfoque no siempre es efectivo ya que, por una parte, un grueso de personas se mantiene en los recursos de la red –en alojamientos de emergencia o de transición- de modo estable o en un modelo de puerta giratoria; por otra, encontramos un número considerable de personas que viven de modo permanente en las calles y acumulan patologías y problemáticas añadidas. En ambos casos, su cronificación aumenta y su esperanza de vida disminuye críticamente.
Bajo este modelo de escalera solo un pequeño porcentaje de personas consiguen un alojamiento permanente. Existe consenso en que la principal causa del atasco de las personas en servicios de escalera apunta a las reglas estrictas como la obligación de abstinencia de consumos de drogas o la participación en tratamientos de salud mental.
3. Apoyo flexible y disponible durante el tiempo necesario.
Tal y como señala la Guía Housing First Europa: “la intervención en Housing First se centra en ofrecer la ayuda necesaria para mantener el alojamiento, promover y apoyar la buena salud y el bienestar, desarrollar apoyos sociales y la integración comunitaria y ampliar la participación en actividades significativas”.
La intensidad del apoyo aumenta o disminuye en función de las demandas y necesidades que presente la persona participante. Cabe destacar que este apoyo se brinda durante todo el tiempo que sea necesario, esto es, no tiene una duración predeterminada. Si alguna persona perdiese la casa, ésta sigue disfrutando de la intervención del equipo multidisciplinar a través de los apoyos proporcionales que haya demandado.
Es importante enfatizar que el servicio se adapta a cada persona y no pretende que estas se adapten a él. El equipo técnico parte de una premisa innegociable: la persona es la máxima experta en su proceso. A partir de ahí se encarga de facilitar lo necesario para que las personas participantes tomen decisiones reales sobre los apoyos y tratamientos que desean. Para ese acompañamiento se pondrá especial énfasis en la forja del vínculo entre persona y equipo, ya que la calidad de esa alianza terapéutica determina, en la mayoría de los casos, los resultados obtenidos por las personas.
4. Empoderamiento vs paternalismo o asistencialismo.
Las personas que participan en programas Housing First dirigen su propio proceso. Ya sea a la hora de resolver pequeñas averías o de decidir qué recurso de los disponibles encaja mejor con su situación de salud. Es un principio que se aplica de manera radical: la persona es la que diseña sus objetivos y la estrategia adecuada para conseguirlos. Ella decidirá si echa mano de los apoyos disponibles del programa y cuáles se adaptan mejor a sus retos.
El modelo se apoya transversalmente en el respeto a la dignidad humana, la igualdad, el enfoque de derechos y, en definitiva, en el ejercicio pleno de la ciudadanía por parte de las personas participantes.
5. El sinhogarismo es, esencialmente, un problema de vivienda.
Y Housing First no deja de ser un parche. Cuando hablamos de cómo prevenir este tipo de situaciones -históricamente abordadas desde servicios sociales-, entendemos que debe de hacerse desde un enfoque dramáticamente vinculado al reconocimiento del derecho a la vivienda. Para ello tendremos que corregir la desconexión existente entre los sistemas de políticas sociales y las de vivienda. Por ejemplo, resulta difícil de comprender que las personas sin hogar no tengan prioridad en los registros de solicitantes de vivienda pública.
Una de las causas de esta distancia entre sistemas reside en que las políticas de vivienda son de ámbito autonómico y, en multitud de ocasiones, dispares entre sí dentro del contexto español. Incluso la prestación de servicios de vivienda a colectivos en situación de vulnerabilidad y/o exclusión social recae muchas veces en el ámbito local o municipal, que a su vez parece desconectado de las administraciones estatal y autonómicas.
Artículo inspirado en la Guía Housing First Europa (FEANTSA, 2016)
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