¿Se imagina que su hijo necesite unas gafas y no pueda pagarlas? ¿Que tenga que echarle agua a la leche para que dure un día más? ¿Nos hacemos una idea de lo que es un invierno sin calefacción? ¿De como nos sentiríamos si no podemos pagarle a nuestra hija sus medicinas?
Esta es la situación de un millón y medio de familias en España donde una madre sola trata de sacar adelante a sus hijos.
Es evidente que nuestro país está fracasando en la lucha contra la pobreza y la exclusión. Que se lo digan a los 13.700.000 personas que ya están en esta situación, el 29,2% del total. Ya saben que quienes peor lo están pasando son niños, niñas y jóvenes, especialmente cuando viven en una familia monoparental (1 adulto con 1 o más niños dependientes) y sobre todo cuando el adulto es una mujer (familia monomarental). En Galicia por ejemplo, aunque solo el 8 % de los hogares gallegos con niñas o niños son monoparentales, representan el 46 % de los que padecen pobreza.
Pocas investigaciones han estudiado la situación en la que se viven estas familias y menos aún las que hacen propuestas para afrontarla.
Hasta ahora.
Les dejo con Thomas Ubrich, autor junto a Violeta Assiego (a quien ya conocen por «Si viaja al Norte no olvide llevar sus cadenas«) del recomendable informe de Save the Children Más solas que nunca. Un análisis riguroso de datos y propuestas para frenar la pobreza infantil en las familias encabezadas por mujeres solas.
Gracias Thomas. Gracias Violeta
La red de apoyo social y afectivo, un baluarte necesario para frenar la pobreza infantil en las familias encabezadas por mujeres solas
La realidad de las familias monoparentales puede pasar inadvertida pese a que en las últimas décadas no ha dejado de crecer este tipo de hogares. En su inmensa mayoría están formados por una mujer sola con sus hijos (el 82%). De ahí que en el informe ‘Mas solas que nunca’ hablemos de que la pobreza y la exclusión social afectan especialmente a las familias monomarentales, y vulneran gravemente los derechos de las niñas y los niños que viven en ellas.
Las niñas y los niños sufren mayores niveles de pobreza respecto del conjunto de la población de España sin distinguir el tipo de familia. Pero si además se distingue por tipo de hogar –a partir de los datos de la Encuesta FOESSA– se manifiesta que en la población infantil que pertenece a un hogar monomarental, la pobreza (54%) es 12,5 puntos más alta respecto al conjunto de la población infantil (41,5%) y 25,7 puntos más respecto del conjunto de la población de España.
Si centramos la mirada en algunos de los aspectos considerados esenciales para revertir la situación de pobreza y exclusión, como servicios en los que los Estados deben invertir para luchar contra la pobreza infantil, se observa que en áreas tan relevantes para la inclusión como el empleo, la vivienda, la salud y la red de ayudas/apoyo, el porcentaje de hogares afectados por problemas aumenta considerablemente cuando estos están formados por una madre sola con hijos. El 47,8% de estos niños se encuentra en situación de exclusión social frente al 25,1% del conjunto de la población de España.
Es fundamental precisar que la monoparentalidad o monomarentalidad en sí misma no es un factor de vulnerabilidad, aunque sí aparece como un factor de riesgo en el desencadenamiento de procesos de vulnerabilidad o exclusión social. La razón es que engloba muy diversas realidades que dependen:
- De las rutas de entrada a la monomarentalidad;
- Del sexo del progenitor-cuidador;
- De la duración del trayecto monoparental;
- De los demás integrantes del hogar, además del núcleo monoparental;
- De la situación económica de la familia extensa del/a progenitor cuidador/a.
Muchas de estas circunstancias se traducen en una pérdida de redes y apoyos sociales y afectivos, por lo que comienza la espiral de exclusión. Es un círculo vicioso muy difícil de revertir o romper, ya que esta exclusión conlleva una estigmatización, la pérdida de identidad social y de los derechos sociales básicos.
En palabras de Pepa Horno “la maternidad es una cuestión de amor y logística”, y es precisamente en las familias monomarentales donde la logística puede sufrir más complicaciones cuando la red de apoyo social y familiar con la que se cuenta es nula o escasa. Son propiamente estas madres y sus hijos en situación de vulnerabilidad o exclusión las que corren gran peligro, las que no suelen disponer de otros puntos de apoyo para evitar tanto su deterioro físico, emocional e incluso social.
Tener una red o la ausencia de ella es clave para afrontar gastos imprevistos, contar con ayuda ante los problemas de salud o poder conciliar la vida familiar y personal. El bienestar del niño y el bienestar de la madre también están en juego cuando se cuenta con una red de apoyo no solo logístico, sino también emocional -el 36% de estas madres no puede contar con nadie cuando tienen un problema.
Para Fatima, madre de 5 hijos “El apoyo no es solamente que te den dinero, el apoyo es estar contigo, charlar contigo (…) tener a alguien que te visita, que venga a verte, que te ofrezca un café, no para llenar el estómago, pero sí para llenar la mente (…). La ayuda no es solo encontrar una mesa llena de comida, porque eso te llena el estómago y a las dos horas, lo tienes vacío. Pero cuando estás con una persona que te habla, te da un consejo, vas con la mente llena, y en la vida te olvidas de esto. Diariamente estás alimentada…»
Es esencial la existencia de una “malla de seguridad”. Una “última red” de protección social la cual esté formada por aquellos recursos y medios que proveen unos mínimos de subsistencia e inserción a los ciudadanos que no pueden generarlos por sí mismos.
Las situaciones conflictivas, los acontecimientos vitales estresantes, la enfermedad u otros condicionantes de vulnerabilidad social pueden afectar a un individuo o a toda una familia. Sin embargo, la posibilidad de reforzar los lazos y los apoyos con las personas más cercanas no siempre es factible por el poco tiempo disponible que les queda a estas madres para ellas e incluso para el ocio con sus hijos.
Como menciona el título de nuestro informe, estas madres y sus hijos están más solos que nunca. No podemos dejarlos solos por más tiempo. Pasan desapercibidas para todos, también para las administraciones, que no otorgan a las familias monoparentales un estatus en el que se reconozca que son familias expuestas a una mayor vulnerabilidad social. Necesitan el apoyo de políticas que contribuyan decididamente a compensar y corregir sus desventajas. Necesitan también el apoyo de una sociedad realmente determinada a luchar y acabar con la pobreza y la exclusión infantil.
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