Defender que hombres y mujeres tienen los mismos derechos y exigir una igualdad efectiva parece obvio, pero sorprenden los muchos enemigos y su violenta resistencia machista a un cambio inevitable. Si: “El tiempo de los orcos termina“.
Por eso tienen un mérito especial las mujeres y asociaciones que defienden la igualdad entre hombres y mujeres (lo que es el feminismo), en espacios especialmente difíciles, como la iglesia católica.
Hoy tengo el honor de dejarles con una de estas mujeres, Marisa Vidal. Gracias por tu compromiso, coherencia y entusiasmo, por ficharme para esto de la pobreza y la desigualdad y por demostrarme que sirve de algo!
Mujer en la iglesia: ¿Acaso Dios no quiere la igualdad?
No conozco muchas asociaciones en las que participen hombres que tengan el feminismo, la igualdad real entre hombres y mujeres, como práctica política. La mayoría la dan por supuesta y se instalan en la comodidad, maquillándose con estadísticas de cuotas de participación y otros subterfugios. El maquillaje cae cuando sale a la palestra el iceberg de sexismo que hay en la sociedad.
¿Qué queréis que os diga? Sigo viendo aún, por ejemplo, demasiada presencia masculina en los espacios públicos y mucha presencia femenina en las puertas de las escuelas y las consultas de los pediatras.
A nadie se le escapa que en las instituciones no hay igualdad real entre hombres y mujeres y que sí no se cambian los modelos sociales y de participación va a ser difícil conseguir igualdad real.
Es verdad que cuando no queremos mirar para nuestro propio patio, echamos el ojo en el patio ajeno, y que es muy fácil tirar piedras en los tejados de otr@s, pero yo quiero hoy haceros conocedores de lo que pasó en la Iglesia gallega a finales del mes pasado. Vaya por delante mi condición de cristiana, perteneciente a la Asociación de Mulleres Cristiás Galegas Exeria y colaboradora habitual en Encrucillada, Irimia y otros proyectos de la Iglesia Gallega.
Hace unos días, Isabel Gemio entrevistaba a Christina Moreira, una gallega que resulta ser la primera mujer sacerdote en el estado español. Casi al mismo tiempo, entrevistas similares se publicaban en la prensa escrita: «Oficio misa todos los domingos»
Al día siguiente de esta publicación, desde el Arzobispado de Santiago se emitía un comunicado que, en un tono un tanto displicente, desautorizaba a «esa señora» y deslegitimaba su ordenación.
Reparad en un detalle: en la página de Religión Digital acompañaron el comunicado del arzobispado con las pocas pero contundentes imágenes de mujeres presidiendo celebraciones y partiendo el pan y el vino en los primeros siglos de cristianismo, en las primeras comunidades. Hablan por sí solos los frescos de las catacumbas o los mosaicos que aún se conservan de mujeres revestidas de autoridad ministerial.
No tardaron en alzarse voces en apoyo de Christina y su papel como sacerdote en una comunidad cristiana que al tiempo defendían también la larga lucha por la igualdad que las mujeres llevamos en la Iglesia. Dos días después Engracia Vidal Estévez contestaba al arzobispado en el mismo medio pidiendo a los «señores masculinos» que abran los ojos ante esta realidad de discriminación que clama al cielo.
La Asociación Mulleres Cristiás Galegas Exeria a la que Engracia y yo pertenecemos desde su fundación, hay más de 20 años, no tardó también en preparar un documento de respuesta, una carta al señor Arzobispo en apoyo a Christina Moreira y en defensa de la igualdad en la Iglesia. Puede leerse completo en este enlace.
La iglesia cambia con los tiempos, lo hizo siempre. También lo hará ahora
Ya pasaron unos días de todos estos acontecimientos (aunque el Arzobispado de Madrid acaba de impedir a Christina dar una charla en una parroquia), pero la causa de la igualdad de la mujer en la Iglesia sigue su camino. Los pasos que vamos dando vienen desde muy lejos en el tiempo y siguen avanzando.
Nuestro discurso por la igualdad, de sonar imposible hace unas décadas, ahora resuena fuerte y verdadero, y todas las personas vamos asumiendo que es un derecho irrenunciable, a pesar de los miedos que pueda provocar. El miedo es mal compañero de camino: reposa en la ignorancia y los prejuicios, y resulta un pésimo consejero sí lo que se quiere es mirar hacia delante y avanzar.
La Iglesia cambia con los tiempos, lo hizo siempre. No hay que tener miedo a los cambios, pues son consustanciales a la naturaleza humana. No cambian las verdades fundamentales, pero sí la manera en que respondemos a ellas con el paso del tiempo. En el siglo II la Iglesia hubo de adaptarse a una sociedad, la romana, si no quería que el mensaje de Jesús se perdiera para siempre.
No hay más que echar un vistazo a la historia de la Iglesia para ver como, buscando la fidelidad al mensaje, hubo que ir dando pasos nuevos que supusieron grandes aciertos en la historia de la Humanidad. Avanzar, adaptarse a las nuevas realidades, proponer respuestas nuevas allí donde no se veían salidas. En muchas ocasiones a Iglesia levantó su voz profética denunciando injusticias y corrigiendo el rumbo de la historia humana, y en otras asumió sus errores y recondujo situaciones que se revelaban injustas.
Igualdad es tener presencia en los órganos de gobierno y en la toma de decisiones
Cada situación histórica presenta sus retos y propone nuevas cuestiones a las que no podemos no dar respuesta. El debate por la igualdad hace tiempo que está abierto en la Iglesia. Tal y como está hoy la organización eclesial, negar a las mujeres el acceso a los ministerios ordenados impide que podamos tener presencia en los órganos de gobierno y en la toma de decisiones.
Por eso, la cuestión de la ordenación de las mujeres es un asunto con mucho más calado que lo que de principio puede parecer. Dentro de las feministas cristianas hay diferentes sensibilidades acerca de la cuestión de la ordenación pues muchas no estamos de acuerdo con un modelo de organización jerárquico, pero no hay dudas acerca de nuestro derecho al acceso a los lugares de culto, gobierno y decisión en la estructura eclesial.
Otra cuestión con carácter histórico es la conformación de la práctica sacramental tal y como la conocemos hoy. Es también fruto de un proceso iniciado en gestos y ritos de Jesús, pero conformado según los cánones rituales de las épocas en las que se fueron configurando. En la Iglesia tenemos que perder el miedo a cambiar las maneras de decir y hacer siempre que no dejemos de ser fieles al mensaje de Jesús, fieles al Reino de Dios que intentamos construir.
Hubo un tiempo en el que, por ejemplo, las personas que no eran blancas no tenían voz ni voto en la organización eclesial, porque tampoco tenían voz ni voto en el contexto social. Pero ese tiempo ya finalizó. Los hombres de diferentes razas ya disfrutan de plenos derechos en la Iglesia… Y las mujeres: ¿Por qué no?
Está llegando a su fin el tiempo de la desigualdad. Las mujeres ya no podemos seguir esperando y aceptando que hablen y decidan por nosotras.
Precisamos ya algo más que gestos y buenas intenciones. En la Iglesia precisamos con urgencia pasar de la tolerancia a la aceptación.
¿O es que acaso hay quien piensa aún que Dios no quiere la Igualdad?
Marisa Vidal Collazo
Más información:
Mujeres ordenadas en la iglesia primitiva. Libro publicado por la Asociación de Teólogas.
Movemento pola ordenación de mulleres.
Décimo aniversario da primeira ordenación de mulleres no Danubio (2002-2012)
É unha loita como as pingas que caen nunha rocha. Con insistencia e sen desmaiar!! así é como se leva adiante a loita feminista. Na Igrexa tamén.
Esta es una de las batallas a las que nos hemos enfrentado y enfrentado las mujeres; pero que con tiempo, eso si, lograremos ganar