«Siempre nos preguntaremos las personas completas si una criatura incapacitada de cuerpo puede tenerse en cuenta para dar ideas del mundo. Quien no sabe de las pasiones de las personas (el amor carnal, el odio, el esfuerzo físico, el sudor y el cansancio, el placer de nadar o tomar el sol, la locura de la pelea, piña a piña, el correr de las lágrimas de alegría cuando se besa por primera vez a un hijito…), quien nunca pudo participar de lo que participamos los normales, ¿puede mandar en un partido político?»
Este comentario, dirigido a Pablo Echenique, lo escribió en su Facebook un, hasta ahora, prestigioso escritor que cerraba una lista en las pasadas elecciones autómicas gallegas. Aunque su autor, al que no pienso citar, lo borró rapidamente y pidió unas desganadas disculpas unos días después, creo que sobra explicar el daño que causó a muchas personas.
Dicen que a los españoles nos dan igual los refugiados. Es mentira.
Como en otras muchas ocasiones, ante el sufrimiento ajeno, miles de personas están dando una vez más una lección de solidaridad. Lo comprobé por primera vez tras el genocidio en Ruanda o con el huracán Mitch en Centroamerica. Está demostrado que mientras una tragedia humanitaria sale en medios de comunicación, la sociedad española responde.
Pero lamentablemente estas explosiones de solidaridad tienen dos problemas: que suelen desaparecer cuando dejan de ser noticia (y cuando más ayuda necesitan quienes sufren) y que se actúa desde la emoción y la urgencia. Hay que ayudar ya, como sea, sin pararse a pensar en las causas del problema ni en asegurar que se hace de la mejor forma posible. Con el argumento de «lo importante es hacer» se han desperdiciado y se desperdician millones de euros.
Ricos más ricos, pobres más pobres, recortes presupuestarios, gobiernos que cuelgan el cartel de ‘no hay dinero’ y cada vez mayor desigualdad económica. Entre 2007 y 2014, la desigualdad ha explotado en España, sólo en Chipre creció más.
¿Inevitable? En absoluto. La desigualdad extrema y la corrupción son evitables. Es una cuestión de prioridades y de voluntad política.
A continuación les doy mis razones para hacerlo. Si están de acuerdo con ellas les agradezco su firma pero sobre todo que la hagan suya y la difundan, que den voz o imagen a las millones de personas a las que en este país se les sigue negando su derecho a una vida digna. No nos resignemos.
170 millones de euros
Este es el coste que, como mínimo, tendría convocar unas nuevas elecciones. 130 millones para gastos de logística, correos o telecomunicaciones y otros 40 millones para sufragar los gastos que los partidos tengan en una nueva campaña electoral.
Posiblemente sea uno de los millones de personas que aún no han decidido su voto el próximo domingo. Tienen suerte.
Primero porque les van a dejar votar. No podrán hacerlo millones de personas, entre ellas las 80.000 incapacitadasinjustamente para hacerlo o el 95% de los residentes en el extranjero con derecho a voto, la mayoría jóvenes obligados a emigrar.
¿Todas? No, gracias a la campaña #Rescatamivoto, 3000 han encontrado un donante que votará en su nombre. El domingo votaré a quien Ainoa, desde Australia, me ha pedido (en un comentario de este post les cuenta su historia)
Pero también porque en estas elecciones hay muchas más opciones políticas entre las que elegir, más ganas de participar, de demandar cambios efectivos en la lucha por los derechos humanos, contra la desigualdad, la pobreza o la corrupción. Muchas de las 13.657.232 personas que en España están … Seguir leyendo