La Voz de Galicia
Hablando de riqueza, pobreza, exclusión y con quienes no quieren quedarse al borde del camino
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La heroicidad de miles de profesionales que estos meses luchan contra el coronavirus no puede ocultar las carencias de un sistema de sanidad pública débil tras años de maltrato político y presupuestario y de renuncia a una fiscalidad justa. La normalidad a la que queremos volver después del confinamiento y la pandemia ya no existe.

La pobreza enferma y va a seguir enfermando a millones de personas vulnerables si nuestra sanidad no se transforma. Empecemos entendiendo lo que son los «Determinantes Sociales de la Salud» con este vídeo y luego lean a Begoña Hermida, una experta en promover la salud en situaciones infinitamente más difíciles que la que ahora vivimos en España. Tras su trabajo en programas de cooperación en Angola, Congo, Mozambique o Senegal ahora dirige la Federación Gallega de Daño Cerebral.

Gracias, Begoña

De virus, aplausos, políticas públicas y mundo roto

Hoy se cumplen 15 días. ¡Quédate en casa!, ¡Distánciate Socialmente!, ¡Confínate!, ¡No abraces!, ¡No beses!, ¡No toques!, ¡Lávate las Manos!, ¡Aléjate al menos 1 metro y medio de los demás!, ¡Tele-trabaja!, ¡Conéctate virtualmente!… todas estas palabras se han adueñado de nuestro espacio vital, de nuestra vida diaria. Completamente integradas en esta “normalidad excepcional”.

Escucho las campanas marcando las 20h y acto seguido suenan los aplausos de las familias vecinas que me recuerdan que llego tarde a la cita más emocionante del día para muchas de ellas desde que todo esto ha comenzado. Esa cita es la “aplausada” dedicada a esas personas, que no siendo héroes ni heroínas, sino profesionales vocacionales, están trabajando incansablemente desde el inicio de todo esto.

En un principio, ese “reconocimiento” estaba dirigido únicamente a las profesionales de la sanidad; ahora se ha extendido a muchas otras profesiones que igualmente están dando lo mejor de sí, a pesar de la gran precarización laboral que protagoniza sus vidas. Y mientras, alguno de nuestros mayores con alzheimer siente que estos aplausos son para él mientras toca la armónica.

En el caso de las profesionales de la salud, determinados sectores políticos y sociales parece que acaban de descubrir qué son, qué hacen, cómo y para qué sirven… dicen que son lo más valioso que tenemos. Quizás solo lo digan porque ahora ven que se enfrentan a estadistopíasin los recursos necesarios, lo que no sólo las pone a ellas en riesgo sino también a nosotras como pacientes. Hasta hace bien poco, casi nadie se acordaba de ellas, y mucho menos quienes ahora les dotan de poderes heroicos; a no ser que fuese para recortarles el salario, las compañeras de plantilla, los medios técnicos, etc.

Tras más de una década de imposición de medidas y políticas que sólo buscaban privatizar y mercantilizar la sanidad, ahora asistimos al colapso de nuestro sistema público de salud, lo que tiene un gran impacto en las profesionales sanitarias y también, de servicios sociales que están completamente invisibilizados en esta crisis.

Y ya de paso, me pregunto… este olvido de los servicios sociales ¿será debido, tal vez, a que su atención va dirigida a aquellas personas y familias en riesgo de exclusión social, de modo que incluso en estas situaciones se tornan invisibles con mayor crueldad? ¿Será que este virus ha venido, además de a poner a prueba la idoneidad de nuestras políticas públicas, a poner sobre la mesa el gran problema de la desigualdad mundial?

Quizás llueve sobre mojado, dado que buena parte de la población en este mundo roto ya estaba en muy malas condiciones antes de la pandemia: altos niveles de pobreza, desempleo, precarización laboral, desigual acceso a los servicios básicos (educación, salud, vivienda,…), servicios sociales deficientes, y un largo etcétera. De hecho, en España 1 de cada 4 personas vive en situación de riesgo de pobreza y de exclusión. Y la pobreza, sin duda, es uno de los principales determinantes sociales de la salud.

Así mismo, también determina el estado de salud de una población, la financiación que cada gobierno destina a sus servicios sanitarios. En el año 2001, en la Declaración de Abuja sobre VIH/SIDA, tuberculosis y otras enfermedades infecciosas relacionadas, los líderes mundiales se comprometieron a invertir en salud al menos un 15% de sus PIB. En 2018, España destinó un escuálido 6,2% de este indicador macroeconómico a ese efecto. Y desde 2009 el descenso no ha cesado.
.Según la OCDE, son 7.600 millones de euros los recortados en el sistema sanitario de España desde el inicio de la crisis de 2008; de hecho, España es el cuarto país de la OCDE que más ha recortado en sanidad desde 2009. Y todo esto se traduce en lo anteriormente mencionado: menos personal, menos camas, menos, menos, menos,…

Hospital-centrismo contra Atención Primaria de Salud 

Pero también en algo de lo que poco se habla: Una red de Atención Primaria de Salud (APS) desmantelada y sin capacidad de resolución, cuando sería más necesaria que nunca

Ya en 1978, en la Conferencia de Alma Ata se promulgó el lema “Salud para todos en el año 2000”. Estamos en el 2020 y el camino hacia este lema ya no es que se haya cumplido o no esté yendo hacia delante, sino que ha dado un giro de 360º, situándonos prácticamente a su inicio.

En esta declaración y en cientos de evaluaciones e informes posteriores, se concluye también que los sistemas de salud basados en la APS son los modelos más eficaces y eficientes y que garantizando la equidad pueden solucionar hasta el 80% de los problemas de salud de la población. Entonces, ¿Por qué nuestro país y otros muchos han eliminado a la APS como eje central de sus sistemas de salud?

 

No sé, es otra duda que me asalta en estos días en los que para las personas que hemos crecido pensando críticamente esta crisis es el paradigma del cuestionamiento y de la duda. Y la ausencia de cualquier certeza.

Sin embargo, lo que sí veo claro y estaría ampliamente confirmado académica y científicamente es que una de las principales razones de esa decisión es porque los sistemas basados en la APS y la salud comunitaria, los determinantes sociales de salud; no son económicamente rentables para quienes han decidido que la salud de la población mundial sea un bien de consumo.

En cambio, el hospital-centrismo sí lo es. Lo es, en España, en Alemania, en EEUU e, incluso en países africanos en los que he trabajado, como  Mozambique.

El gasto público en los hospitales es 4 veces superior al de Atención Primaria. La adquisición de sofisticadas tecnologías médicas, medicamentos muchas veces no necesarios, dispositivos y todo tipo de artículos sanitarios es, sin duda, exponencialmente más rentable para los poderes económicos que los programas de promoción de la salud, prevención de la enfermedad, educación sanitaria, y todo lo que tenga que ver con construir comunidades saludables que no tengan que utilizar los recursos hospitalarios.

Este artículo está plagado de preguntas, de cuestiones, de dudas. Y es que como decía, en esta situación nunca antes vivida, antes contada ni jamás gestionada, para mí todo son cuestionamientos. Certezas, sólo las que ya lo eran.

Tal vez porque leo una y otra vez estudios, publicaciones académicas, científicas, … y sigo conferencias de comités técnicos y políticos de gestión de la crisis, mi capacidad de procesar tanta sobreinformación parece estar llegando a su límite y devolverme al punto de partida: no encontrar respuestas ni a todas esas preguntas ni a las que más me formulo desde la irrupción del coronavirus en la vida de todas las personas que habitan el planeta:

Una vez superada esta crisis, ¿Qué haremos? ¿Estamos dispuestas a corregir los errores cometidos hasta ahora? ¿Realmente queremos volver a esa “normalidad” que todavía muchos quieren recuperar? ¿Cómo queremos seguir a partir de ahora?

Yo, por lo de pronto, con más tiempo del habitual por delante, pensaré más lentamente y reflexionaré sobre estas cuestiones para poder entender y asumir mejor lo que ha pasado y lo que está pasando, para que me sirva para las crisis que vendrán.

Begoña Hermida

Foto: Mónica Irago. La Voz de Galicia