«Sufrir el calvario de los servicios sociales»
La amargura de María Luisa (hermana y cuidadora de Ramón, cinco años esperando a que le llegue la ayuda a domicilio que le concedieron en 2011) es muy semejante a las de las personas (en su gran mayoría mujeres) que de repente deben empezar a cuidar y que sufren cuidando a las más de 1.180.435 personas en situación de dependencia reconocida, a las 384.000 personas que siguen esperando por una prestación, o a las que sufrían cuidando a las más de 125.000 personas que ya han muerto sin llegar a percibirla.
Frente a los insultos y al obsceno y cobarde encarnizamiento que desde el gobierno central y muchas comunidades autónomas se ha hecho sobre las personas más indefensas («Convierto los muertos en euros y los euros en dependientes«. Ricardo Oliván, ex-Consejero de Sanidad de Aragón) este país tiene pendiente un obligado homenaje al esfuerzo, decencia y coherencia de miles de personas anónimas (sobre todo mujeres) que se dejan la piel todos los días, sin atreverse a llamar solidaridad a lo que es una simple negación de sus legítimos derechos. En palabras de la presidenta de la Coordinadora Estatal de Plataformas por la Dependencia, Aurelia Jerez:«Necesitamos un gran Pacto de Estado por la Dependencia para volver a poner en marcha algo que está casi destruido»
¿Nos imaginamos esta destrucción, este dolor y sufrimiento?
Una de estas mujeres admirables y coherentes que durante diez años ha estado cuidando a su padre, nos lo cuenta.
Gracias por el honor de comprobarlo todos los días.
Imaginad
Imaginad toda la vida trabajando junto a su marido, autónomo de hostelería. Un trabajo de ocho de la mañana a doce de la noche, como mínimo, 6 días a la semana.
Imaginad que llega por fin la jubilación a los 66 años, que podrán viajar, disfrutar de tiempo libre…
Imaginad que a los 68 años un accidente cerebro vascular te hace perder a tu marido, convirtiéndolo en un ser desvalido, totalmente dependiente, que ni siquiera puede volver a hablarte.
Imaginad que todos los ahorros que habías conseguido a base de privaciones mientras trabajabas, van desapareciendo vertiginosamente en pagar salarios y seguridad social a cuidadoras que necesitas y a las que quieres tratar dignamente.
Imaginad que, de pronto, alguien se da cuenta del enorme sacrificio que estás haciendo y decide ayudarte económicamente y reconocer tu labor como digna de cotización en la Seguridad Social. El alivio que supone ver que puedes estirar un poco más tus menguado ahorros.
Imaginad que un cambio político suprime prácticamente esas ayudas, y que además tienes que oír en los medios de comunicación que todo sigue igual, mientras tú ves como vas a tener que recurrir a la familia para poder seguir atendiendo a tu marido; sin pensar, por supuesto, que a ti seguramente también te quedarán muchos años y necesidades por cubrir.
Imaginad lo que siente al ver en televisión que el presidente de ese gobierno que ha suprimido sus derechos, traslada a su padre enfermo a La Moncloa, sin tener que preocuparse, privilegiado el, por nada más.
Imaginad que 10 años después, por fin, tu marido fallece. Irse se fue hace mucho.
Nadie podrá pagarle nunca todo lo que ha hecho por su familia, por el padre de sus hijos, por su marido, pero al menos alguien, durante un tiempo, se lo reconoció.
A mi madre y al resto de cuidadoras que dan su vida por su familia
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