La Voz de Galicia
Hablando de riqueza, pobreza, exclusión y con quienes no quieren quedarse al borde del camino
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El 16 de abril es el Día Mundial de la Voz. Una buena ocasión para acordarse de la discriminación que sufren muchas personas que no pueden escucharla ni expresarse en su lengua.

El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección. Constitución Española. Artículo 3

Para 1.064.000 personas en España (84.900 en Galicia, datos INE 2008) este artículo de la Constitución es papel mojado. Como lo es para los más de 70 millones de personas sordas en todo el mundo según World Federation of the Deaf.

Es muy de agradecer el artículo que hoy escribe Iker Sertucha, el presidente de la Federación de Asociacións de Persoas Xordas de Galicia (FAXPG). Y lo es por lo provocador de su enfoque, relativizando debates y peleas sobre otras lenguas más o menos amenazadas. Si quieren aprender un poco más sobre la lengua de esta injustamente invisible y maltratada comunidad autónoma, no dejen de consultar la página del Centro de Normalización Lingüística de la Lengua de Signos Española (CNLSE)

Gracias, Iker

LA IMPORTANCIA DE LAS LENGUAS. LA LENGUA DE SIGNOS ESPAÑOLA

La Constitución Española de 1978 menciona el castellano como la lengua española oficial del Estado y reconoce como oficiales las demás lenguas españolas en sus respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. Casi treinta años más tarde, el Gobierno de España aprueba la Ley 27/2007, por la que se reconocen las lenguas de signos españolas de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas.

Una Ley cuya aplicación y desarrollo, seis años después de su aprobación, deja mucho que desear a nivel Estatal, Autonómico y Local. Es decir, ‘papel mojado’. Y no porque las entidades más representativas del movimiento asociativo de personas sordas (CNSE, Federaciones, Asociaciones y las propias personas sordas) no luchen cada día para que esta ley se aplique en cualquier ámbito de la vida diaria con el fin de lograr la plena participación en la sociedad en igualdad de condiciones y oportunidades que el resto de la ciudadanía, sino porque las administraciones públicas ven en su aplicación un coste económico en lugar de un beneficio social.

Si nos paramos un momento y reflexionamos, nos daremos cuenta de que es mayor el coste a desembolsar en medidas para evitar la exclusión social de un colectivo que el coste a invertir en acciones de inclusión social.

Propongamos una alternativa: Que para opositar sea requisito indispensable el dominio, acreditado, de la lengua de signos española. Esto significaría una comunicación directa entre la persona sorda y el funcionario, por lo que no haría falta la presencia de un intérprete. Conclusión: Ahorro económico para la administración pública simplemente cambiando un baremo de puntuación y más gente aprendería la lengua de signos española.

Antes de seguir debemos aclarar que la lengua de signos española está al mismo nivel o con el mismo status que una lengua oral. No es lenguaje de signos ni de señas, no es mímica ni pantomima, no es hablar con las manos. La lengua de signos tiene estructura, gramática y sintaxis propia. Se basa en parámetros y configuraciones, en aspectos visuales, en las manos y en las expresiones corporal y gestual…

Dicho esto la siguiente reflexión que me gustaría plantear es: ¿Quién o qué decide la importancia de una lengua? ¿El número de personas que la usan? ¿El ámbito laboral? ¿La Ley?

Desde edades tempranas, en la escuela o en el entorno familiar, inculcan la importancia de aprender idiomas, de dominar lenguas. ‘Tu futuro académico y laboral depende de los idiomas que aprendas. Aprender lenguas te abre puertas’. Eso es lo que enseñan, a convertirte en una persona de provecho con beneficio económico olvidando tu futuro social y cívico.

Cuando te incorporas a la escuela es cuando empieza la exclusión social. Hay que evitarla apostando por la sensibilización, por la eliminación de las barreras mentales y de las barreras de comunicación. Se debe apostar por la inclusión educativa y, más importante si cabe, por la inclusión en el diseño curricular. Desde pequeños la enseñanza debe incluir aprender lengua de signos española, braille y sistemas alternativos de comunicación; aprender cuáles son las características de una persona sorda, de una con autismo, etc. y las diferentes capacidades de unas y otras.

La finalidad de la educación inclusiva no debería ser integrar personas sino llegar a conocer las diferentes capacidades de unas y otras, formación, a través de la interacción entre ellas, participación.

Hablando de educación y de lenguas no podemos olvidarnos de los niños y niñas sordas que se comunican en lengua de signos española, su lengua natural. La lengua vehicular por la cual acceden a los contenidos curriculares, adquieren conocimientos y se desarrollan cognitivamente en niveles superiores a que si lo hiciesen a través de la lengua oral. El derecho al aprendizaje, al conocimiento y al uso de las lenguas de signos españolas viene reconocido en la Ley 27/2007 para las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas. Este derecho queda huérfano mientras no sea un deber para entes y profesionales del ámbito educativo.

¿De qué te sirve dominar varios idiomas si no sabes comunicarte con tu vecino/a sordo en una emergencia? ¿De qué le sirven a un médico todos sus años de formación si no sabe comunicarse con un/a paciente sordo/a? ¿De qué sirve que una persona sorda aprenda a hablar si cuando le hablen seguirá siendo sorda?

La importancia de las lenguas dependerá del punto de vista desde el que se mire. La importancia de la lengua de signos española solo tiene un punto de vista, la inclusión social.