Desde hace años, los primeros jueves de cada mes y en decenas de ciudades españolas y francesas, miles de personas llevan a cabo los Círculos de Silencio.
Una respuesta no violenta ante el maltrato a la dignidad humana y en solidaridad con las personas inmigrantes y de reivindicación de los derechos de todas las personas. Una denuncia silenciosa de la permisividad política, institucional y social ante las humillaciones a las personas, sobre todo a las inmigrantes. Pueden ver si se realizan en su ciudad aquí.
Tuve el honor de que me invitaran a escribir y leer el siguiente texto para abrir el círculo de Santiago de Compostela desde la Rede Galega en Apoio ás Persoas Refuxiadas. Gracias a expertas de cabecera como Violeta Asiego, Gonzalo Fanjul (Fundación Por Causa), Verónica Verdía (EAPN Galicia) o Yosehanna Ledesma (Accem) por su ayuda y compromiso.
“Hacían sus necesidades tras unos tableros. Vomitaban unos sobre otros y pronto se llenaron de piojos. El ácido de los vómitos y el salitre del mar desgastaron sus ropas, que se convirtieron en harapos”. Se alimentaron “de patatas podridas, garbanzos con gorgojos y gofio picadillo. El agua estaba racionada”
Recordar a las víctimas de la pobreza, de la represión, de la violencia. Sean las de estas 106 refugiadas obligadas a huir en 1949 a Venezuela de la represión franquista en 1949 o de las que esta semana se ahogaron cruzando el Mediterraneo.
En cualquier tiempo y lugar. Recuperarlas de la impunidad, la injusticia y el olvido. Con su nombre porque cómo decía Victor Hugo en Los Miserables: “Quien más necesidad tiene de asilo es quien tiene más dificultad en decir su nombre”
Sean Ibrahim Keita, Armand Debordo Bakayoko, Ousman Kenzo, Oumar Bien Sana, Yves Martin Bilong, Daouda Dakole, Nimen, Blaise… Y así hasta las 14 personas muertas en la playa del Tarajal en Ceuta en el 2014. Ninguno superaba los 26 años, Armand tenía 16.
Sea la insoportable muerte de Aylan Kurdi y de tantos otros niños y niñas ahogados y tirados en las playas.
Sean las como mínimo (cuanto sufrimiento olvidado tras tantos malditos «como mínimo») 23 víctimas de la matanza de la valla de Melilla por las que aún no ha dimitido el Ministro del Interior.
Sean en fin las 5.684 muertes documentadas dentro y dentro de Europa desde comienzos de 2021, 29.000 desde 2014…como mínimo.
Gallegos y gallegas que nunca llegarán a vivir con nosotras. Porque gallegas y gallegos podrían ser, como Rosalía de Castro o Castelao, de tener la suerte de que hubieran venido aquí a hacer su vida como ya hacen unas pocas, muy pocas, millares de antiguas inmigrantes. Si pudiéramos llorar su muerte muchos años después, como hacemos con cualquiera persona a la que queremos: padres, hijas, amigas, vecinos.
No admitamos nunca los mensajes políticos que recibimos todos los días y que refuerzan la idea de que en España no existe una cultura civil de defensa de los derechos de otros seres humanos que no sean los nuestros. No admitamos que SOLO si los muertos fueran blancos, católicos o españoles la reacción sería muy diferente. Que las fronteras son un territorio de impunidad. Que los muertos negros son menos muertos. Que los muertos pobres son menos muertos.
Tenemos 537.504 firmas, y quedan solo unos días para conseguir 570.000 y que la Iniciativa Legislativa Popular para la regularización extraordinaria de personas migrantes se debata en el Congreso de los Diputados y se consiga que 500.000 personas extranjeras en situación administrativa irregular salgan del limbo burocrático y puedan seguir desempeñando trabajos esenciales, alquilar un piso, firmar un contrato o tener una tarjeta sanitaria .
Gracias a la iniciativas como esta y a la constancia y casi decencia común de muchas personas y entidades del Tercero Sector Social que trabajan en red vamos consiguiendo algún avance. La modificación del Reglamento de la Ley de Extranjería y figuras como la del arraigo por formación; la atención y defensa de derechos de las personas refugiadas o migrantes huyendo del maldito asistencialismo o el apoyo decidido de instituciones como la Valedora do Pobo para agilizar el laberinto kafkiano de los empadronamientos en los ayuntamientos gallegos.
No basta. Las instituciones han de adaptar sus estructuras y servicios para gestionar la diversidad y apostar, de forma estable, por políticas públicas que combatan los perjuicios y fomenten el entendimiento, contribuyendo así a la convivencia intercultural y a la cohesión social. El desarrollo de estas medidas debe tener un enfoque integral, implicándose y coordinándose los distintos niveles administrativos, el sector educativo y las organizaciones de la sociedad civil.
Es fundamental promocionar el principio de igualdad de trato y no discriminación de las personas por origen racial o étnico en ámbitos como la educación, la sanidad, el acceso a las prestaciones, servicios sociales, vivienda, formación, empleo y, en general, la cualquier bien o servicio. Resulta básico también fomentar la comprensión de los valores positivos que comporta la diversidad social y cultural. Asimismo, y teniendo en cuenta los bajos niveles de denuncia de incidentes racistas y xenófobos, es necesario potenciar y difundir mecanismos de denuncia.
Guardemos silencio por las víctimas, por cada una de ellas con nombre y apellidos. Pero si me lo permitís, os pido que hoy guardemos también silencio y escuchemos los gritos feministas con los que, a pocos metros de aquí, muchas mujeres y hombres están condenando el último asesinato machista de Cristina Cabo en Lugo.
No nos pararemos. No en los rendiremos contra el horror y la violencia. Gracias.