La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
Seleccionar página


Anda estos días pululando por las redes sociales una campaña de micromezenago para editar un libro titulado Indieside: La escena musical independiente en España en los 90. Se trata de una iniciativa de la fotógrafa Nathalie Paco que pretende ofrecer un álbum de fotos de aquella era primigenia y precaria del indie español. En la que a nadie se le ocurriría decir eso de que “es el nuevo mainstream”. En la que difícilmente alguien que quisiera ser moderno se metería ahí. En la que se hizo una música sin apenas posibilidades comerciales. Todo eso llegaría luego, con el cambio de siglo. Entonces lo indie era más bien raro, extraño y minoritario.

Nathalie Paco era fotógrafa de la revista Spiral. También del FIB y la sala Maravillas. Tres iconos de esa era de grupos abrazos al ruido, mirada en Inglaterra y, por supuesto, cantando en inglés en muchos casos. Se trata de una escena que, en su momento, no contó con el apoyo de los medios y que con el tiempo se empezó a mirar por encima del hombro, como algo totalmente sobrevalorado y olvidable. ¿Sobrevalorados quién, Penelope Trip que cuando venían a tocar a Galicia apenas lograban juntar a 50 personas? ¿O quizá Manta Ray, grupo de majestuoso rock dramático que, cuando se iba de gira por Europa se veía en situaciones del tipo o cenamos y dormimos en un hotel, las dos cosas no se pueden hacer?

Aquella fue una época de perdedores. A excepción de Los Planetas, Australian Blonde y, sobre todo, Dover, el resto de los grupos malvivió en garitos los fines de semana, sufrió en sus carnes la falta de profesionalidad y actuó en consecuencia. Pero, aún así, de ahí surgieron grupos y discos memorables. Solo por la discografía de Los Planetas todo esto hubiera ya merecido la pena. Pero es que, además, estuvo por ahí “Un soplo en el corazón” de Family, el debut de El Inquilino Comunista, la evolución de El Niño Gusano, la irrupción de Nosoträsh, los descomunales álbumes de Manta Ray junto a su aún más descomunal directo o los hits de la derivación de Surfin’ Bichos, Chucho y Mercromina. Todo ello junto a La Buena Vida, Le Mans y todo el donosoti sound y, por qué no, algunos de aquellos grupos de la oleada noise-pop como Usura o Penelope Trip que no estaban nada mal.

Bien es cierto que luego, ya en los 2000, el indie se hizo muy presente en los medios, tapando muchas otras cosas interesantes. Que el panorama festivalero giró mucho hacia ese lago. Y que surgieron bandas con unos planteamientos muy diferentes a estos originales (lo cual, por cierto, tampoco tiene porque estar mal). Pero sin duda, aquellos años noventa españoles fueron deliciosos gracias a formaciones como esas, que nos hicieron sentir que en España se podía hacer pop contemporáneo a la altura de los tiempos y que, en algunos casos, incluso escribieron las canciones de nuestra vida

Ojalá salga el libro adelante. Será un placer sumergirse en ese dulce y ruidoso recuerdo.