La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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El músico compostelano que un día se inspiró en Retrato del artista adolescente, de James Joyce, para titular aquel mítico minielepé de Dar Ful FulEl artista adolescente (2001)- ahora es un adulto que divisa la cincuentena. Tan mayor que deja atrás el alias de Apenino, con el que funcionó en las dos últimas décadas, para mostrarse con su nombre, Marco Maril. Canta sobre mentiras y diálogos mudos con vistas al mar. También de cadenas rotas y luz que se cuela entre las rendijas. Y lo hace apelando al mínimo común denominador, con voz y piano, algún cello y sonidos ambientales que captan a la perfección el tránsito entre la desorientación inesperada y la orientación encontrada, poco a poco. Sí, pasados los cuarenta. Cuando todo tenía que ser estable. Cuando uno debería ser sabio. Cuando ni lo uno ni lo otro son así en realidad.

15.11.18 es el título de este disco. También el día en el que un piano entró en la casa del músico para convertirse en el eje gravitatorio de su música y psicoterapeuta personal. Su intención era someterla a capas de electrónica, pero cuando sus amigos escucharon el esqueleto de La gran mentira le convencieron que debería dejarla así. Normal. La pieza inaugural del álbum, de pulsación llorosa y verso trémulo que no esconde nada («continuaste con la mentira / se hizo gigante día a día / tan gigante que al final / nos terminó por devorar»), es de esas que dejan al oyente callado, con el plomo en el pecho y el corazón en suspensión. «Y todo se acabó, todo se acabó / pese a todo acabó y fue justo así», concluye.

Empieza así un disco de ruptura, pero también de madurez y autoconocimiento. Canciones que miran a un horizonte de azul blanquecino, intentando buscar respuestas en el dorado pálido de la arena de la playa, los versos de Federico García Lorca y los paseos nocturnos que demandan aire. Las encuentran en líneas como «lo de ahora ya no sirve para explicar lo de antes» e «iba a devorarnos la corriente, aunque sepamos hacerle frente». Pero, sobre todo, en los que componen Luz, el tema final con cuerdas rasgadas y verbo gallego. «Hai luz, sempre hai luz / Moita luz, por riba das nubes», canta Marco ahí. En efecto, la hay. Se puede encontrar en este trabajo espléndido y, ojalá, durante los próximo meses en unos directos que prometen ser tremendos.