La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Una de las cosas más formidables de la música pop es la de dar forma a ese tipo de sentimientos que resultan difíciles explicar de otro modo. De pronto, un línea musical logra condensar todo ese amasijo de emociones. Cuando alguien lo canta, parece que se esté estirpando algo de su interior que cuesta salir. Ha pasado siempre, desde aquel “Help” de los Beatles en el que John Lennon lanzaba un particular S.O.S. al mundo hasta el “I Can’t Explain”, en el que The Who querían deshacer el nudo de lo que no se puede explicar pero sí cantar. Ha pasado siempre y, afortunadamente, sigue haciéndolo.

Carolina Durante, uno de los grupos de moda del pop nacional desde la salida de la célebre “Cayetano”, nos acaba de dar un gran ejemplo al respecto. Al contrario de aquel himno con pretensiones de retratar cierto ambiente pijo madrileño, con “Joder, no sé” se meten en algo mucho más profundo. Hablan del hastío, de las ganas de no hacer nada y de no saber qué demonios ocurre en ese momento en el uno ya es adulto, después de consumir todas las vidas extras de la juventud.

La canción va a la yugular. «No tengo 30 años / Y ya estoy casi roto», canta Diego Ibáñez en el primer verso. Lo hace con la voz dolida y potente sobre un marasmo de guitarras ruidosas. El clic resulta inmediato y te pone a las puertas de un himno. Todo en la canción es perfecto. La tensión de la línea de bajo, la llegada del estribillo, el goteo de sensaciones y hasta ese videoclip de atracones de dulces. «Mi respuesta a todo es, joder no sé, me importan pocas cosas ya no sé qué hacer», dice más adelante, convirtiendo en verso la ansiedad del fin real de la juventud.

Cuando cosas así ocurren y todo cuadra, la música pop despliega todo su potencial mágico. Te sientes interpelado, meneado y conmovido porque un grupo ha logrado expresar eso que eras incapaz de explicar. Sí, como le ocurría los Who y seguirá ocurriendo, generación tras generación, en el estilo que sea y del modo que sea. Porque la música cambia, pero las emociones que las sustentan no.