Los Planetas
Santiago de Compostela, plaza de la Quintana
25-julio- 2014
Flotó la magia desde el minuto uno en la plaza de la Quintana. La música de Los Planetas, cada vez más mística, parecía fundirse en los pináculos del muro barroco de esa fachada de la Catedral de Santiago. Con una propuesta inicial de (pocas) luces y (muchas) sombras los granadinos dejaron claro desde el arranque de Poetas que la actuación iba a ser única. Más allá de la exclusividad de la cita (sólo esa en Galicia y una de las poquísimas que darán los granadinos este año), por lo que se vivía. Elevando la masa de sonido, poniendo el pecho del público en suspensión y adornándolo de chiribitas espaciales, J y los suyos aclimataron la plaza con Poetas y llevaron a lo real lo que proponía el cartel genial del recital. Abajo, la mayoría se dejaba llevar, certificaba que todo sonaba de maravilla, y se disponía a viajar por su galaxia sónica.
Ya hace tiempo que los decepcionados con el viraje de La leyenda del espacio (2007) decidieron bajarse del carro. Los conciertos de Los Planetas hoy en día no responden a la catarata de greatest hits que otrora disparaban en los festivales.Con un bloque inicial centrado en sus dos últimos discos, jugaron a girar la manilla de la tensión de un lado a otro: desde el punch motorik de Romance de San Juan de Osuna a la psicodelia flamenca en expansión de Virgen de la soledad, para terminar en Ya no me asomo a la reja. Esta, titubeante de inicio y mostrando signos de fatiga interpretativa, ganó en cuerpo hasta mostrarse como un esplendor de luz, de esos que se sienten en el rostro con los ojos cerrados y la piel extasiada.
El primer viaje al pasado llegaría con Toxicosmos. Click sentimental. Millones de imágenes de la juventud disparadas a toda velocidad en la mente, mientras la pieza se desarrolla lenta y en claroscuros. Todo hasta alcanzar el mismo arrebato que Ya no me asomo a la reja, su hermana flamenca. Luego, Corrientes circulares. Doble click, con el primer karaoke colectivo. Más tarde, una inesperada Nunca me entero de nada. Y, sí, el pellizco de verdad con una Santos que yo te pinte expulsada con imágenes de la catedral de Santiago de fondo. Entremezcladas con su última producción (Entre las flores del campo, Corona de estrellas, Si me diste la espalda) lograron todo ese zig-zag de emociones que conduce a una euforia mareante. En ese momento, el público no sabía si se encontraba en la Quintana buscando los añicos de un pasado perdido o celebrando que se ha seguido ahí, a pesar de todo y de todos los que se fueron cayendo. No lo sabía y, quizá, tampoco lo quería saber.
En adelante, ya estaba todo preparando para el triunfo. Ante piezas como Devuélveme la pasta, Segundo Premio, Pesadilla en el parque de atracciones poco hay que decir. Solo entregarse a ellas, formar parte de su rencor y cantarlo a los cuatro vientos, constatando que Los Planetas son la mejor banda surgida en España desde los noventa hacia esta parte. Y si en el bis, claudican al mudo deseo común y rescatan David y Claudia y De Viaje, terminas por formar parte de mil gargantas desgañitándose con eso de “Tú y yo de viaje por el sol, en una nueva dimensión”. Certificas una vez más que todo ha merecido la pena: conocerlos, invitarlos a escribir parte de tu vida y no dejarlos de seguir nunca. Aunque todo -ellos, tú, nosotros- hayamos cambiado. Tan poco o tan mucho. Eso va por días.
Solo les faltó rematar el bolo a lo grande. Teniendo en cuenta que durante la prueba de sonido se pudo escuchar La copa de Europa y el recuerdo de su interpretación en el Primavera Sound permanecía glorioso, difícilmente se les podía ocurrir un final mejor. Pero no quisieron. Y dejaron la oportunidad de coronar una noche que se quedó en grande cuando podía haber sido grandiosa. Mención aparte, merecen los teloneros Disco Las Palmeras!, que abrieron demostrando que su nueva versión en cuarteto los acerca cada vez más a My Bloody Valentine.
Foto: Xoan A. Soler