La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
Seleccionar página

Hay artistas que rompen el molde. La Mala es una de ellos. Como Raphael, Albert Plá, Robe Iniesta o Kiko Veneno, lo de María Rodríguez Garrido (Jerez de la Frontera, 1979) se debe enmarcar dentro de esos espíritus libres que convierten la música en una aventura totalmente personal. Lo hizo con aquel híbrido de flamenco, rap y genio titulado Lujo Ibérico (2000). Y lo ha prolongado en una fascinante carrera que encuentra su última estación en Bruja (2013). La semana pasada estuvo en Santiago y aprovechamos para entrevistarla.

—«Bruja» empieza apabullante. ¿Es una reacción a esas críticas que la tildaban de haberse vuelto popera?

—No, para nada, era una respuesta al momento que yo vivía. Siempre es así. Cuando he tenido deseos de hacer algo, he luchado para conseguirlo. Hay veces que haces clic con más gente que otras, pero una artista no puede trabajar para su público, sino tener su dirección y sentir que va siguiendo esa flecha que está dentro de uno.

—Se muestra furiosa en muchas partes de él. ¿Era ese su ánimo al grabarlo?

—Sí, es que en algunos momentos me sentía así, como con la rabia de pensar que todo está perdido. La verdad es que me he encontrado con unos sentimientos bastante gordos haciendo este disco y los he tratado de manejar todo el tiempo. Me cuesta mucho trabajo entender lo que hago cuando lo estoy haciendo. Confío a ciegas en mí. Luego, lo analizó. Pero cuando creo es pura fe, estoy demasiado dentro como para saber de qué estoy hablando. Estoy vomitando, componiendo, sacándolo todo.

—«33» es una de esas canciones en la que aprietas el puño mientras la escuchas.

—Sí, te transmite un montón de mmmm… furia. Y, a la vez, mucha autosuficiencia. Te levanta y se saca un lado muy oscuro, ¿verdad?

—Sí, pero cuando tiene al oyente arrebatado y este pide más la corta en el minuto 2.30. ¿Por qué?

—Pues por chulería [risas]. Para mí esa canción es un estado de ánimo. Podría durar minutos y minutos. No es lo que estoy diciendo lo importante, es cómo lo estoy diciendo. Llega un momento en el que parece como una segunda vuelta y digo: «Lo corto con un fadeout». En directo es más larga. Ahí quiero proyectar una energía: ¡Ba, ba,ba,pá! Tanto da lo que digas, lo que importa es la sensación.

—Se echa al «reggae» por primera vez en temas como «Cajas de madera». ¿Por qué ha tardado tanto?

—Siempre he escuchado reggae y dancehall. Me encanta, aunque nunca había hecho nada en mis discos. Me lo decía mucho la gente, que pegaba con mi música. Había hecho alguna colaboración, pero esta vez me apetecía ir a más. Cuando yo trabajo un disco, me gusta verlo como un viaje. Había muchos temas sobrios. El cuerpo me pedía algo de sensualidad en los ritmos. La verdad es que estoy muy contenta con el disco.

—Desde «Lujo Ibérico» posiblemente sea su mejor trabajo.

—Me gusta que me lo digas. ¿Sabes? En este disco me gusto, me siento fuerte y poderosa. Estoy bien. Estoy en paz

—Aunque luego se coma esa paz como canta en «33».

—Sí, sí, estoy totalmente equilibrada. Me gusta mucho la foto de mi vida ahora mismo.

—¿Es muy inquieta como oyente?

—Sí, me tiran mucho los Beatles, los clásicos. Pero también lo underground contemporáneo. Trato de encontrarlo, perderme en Internet, aunque al final siempre termino volviendo lo antiguo.

—¿Qué escuchaba de joven?

—A mí me ha gustado mucho el rap y Rocío Jurado. Me gustan las personas que van más allá de los géneros, aunque el rap me transmitía muchas cosas. En mi casa escuchábamos a Pink Floyd, Supertramp, jazz, Mercedes Sosa, la música africana,… cosas variadas. Me gustaba mucho sintonizar emisoras de Marruecos y escuchar música rai.

—Algún fan se sorprenderá con lo de Rocío Jurado.

—Pues siempre me gustó Rocío Jurado, ¡oh qué mujer! Era una locura ¡Qué fuerza, por Dios! Me gusta cuando ves esa desnudez y esa entrega en la persona que te canta. No cuando ves miedo, porque el miedo se disfraza con otras cosas. A mí me gusta el cuerpo desnudo más que cualquier vestido.

—De eso habla mucho en el disco, de la libertad personal. ¿Es una lucha suya?

—Sí, todo eso que pasa en mis canciones es, a escala, lo que ocurre en mí.

—Transmite mucha seguridad y poder. Sin embargo, reconoce constantes conflictos internos. ¿Qué papel tiene la música ahí?

—Yo pienso que todo el mundo está dotado para poder crear y, ante ese proceso, se nos ofrece la oportunidad de aprender mucho de nosotros mismos gracias a equivocarnos. Tú tomas una decisión, arriesgas, y eso te ayuda a conocerte mejor.

—En el disco brilla «¿Quién manda ahí?». Me parece un himno. ¿Funciona como tal?

—Sí, tiene un componente emocional que toca a muchas personas y en muchos sentidos. El año que viene abriré más Bruja y explotaré otras canciones.

—Mucha gente ajena al «hip-hop» la conoció por la inclusión de «Yo marco el minuto» en la película «Lucía y el sexo». ¿Qué opinión tiene de aquel striptease de Paz Vega con su canción?

—Uy, muy bien [risas]. Fíjate, yo en aquel entonces estaba bastante cohibida. Pero me gustó mucho que Paz Vega se desnudase con mi música. La manera de meter la canción en la peli fue muy bonita porque enlazó perfectamente con un sentimiento que estaba ahí, en la canción. Fue lindo. Me encanta esa escena.

—De hecho, en este disco le hace un guiño cuando dice «Yo le marco el minuto a la nación».

—Sí, «Yo marco el minuto» es una sentencia bastante fuerte y había que repetirla.

—Tiene una imagen muy lograda. ¿Se deja llevar o es muy premeditada?

—Me dejo llevar por lo que siento pero, desde luego, soy muy consciente del poder qué tiene. En mi vida diaria soy bastante ermitaña y dejada. Pero cuando llega ese momento en el que sabes que hay gente pendiente de ti y que te va a ver, me gusta usarlo. Me gusta la moda, me gusta disfrazarme y emplear cosas, expresar mi personalidad a través de la ropa

—En el clip de «33» toca techo con esa especie de niña buena con bate de béisbol.

—Si, yo quería un polo de Fred Perry e ir como una tenista, como estas pijas que juegan al pádel, pero de otra manera. Es como darle la vuelta a todo. Eso es algo que me encanta. Así se forman unos looks bastante extraños. Me pongo esto con esto, parezco lo otro y puedo ser mil cosas. Me encanta jugar con las prendas y darles la vuelta.

—Viene de ganar el Grammy Latino al mejor disco. ¿Qué importancia le da a esos premios?

—Tienen el valor que tienen, no más. Me gusta mucho cuando compañeros se acuerdan de mí y hacen una fiesta de esta. Yo recuerdo con mucho cariño los premios, sobre todo los que me han dado en el sur. Tampoco creo que sean una zanahoria. Yo no trabajo para los premios. Yo disfruto del proceso, pero es muy lindo cuando se valora lo que uno hace y se forma esta especie de circo, con una fiesta. Si ya son los Grammys, donde hay que ponerse un vestido y toda esta historia, es mucho más divertido [risas].